Alfredo Brena
Oaxaca de Juárez, 20 de septiembre. Peña Nieto estaba engallado después de su “triunfo” en la Asamblea priísta, y de la faraónica campaña mediática de su 5º informe de gobierno. Y se le hizo fácil venir a saborear las mieles de su reforma educativa a Oaxaca capital, y vaya que sí no le dieron una calurosa bienvenida, ¡con cuetes y todo! Peña Nieto no las tiene todas consigo para ejecutar el “dedazo” que le brindaría la impunidad que tanto necesita, esa es su preocupación y por eso vino a Oaxaca capital el 7 de septiembre.
Pero, no le salió bien el numerito, y las cuatro horas que pasó en la ciudad de Oaxaca, las va a recordar muy frecuentemente por el calor y la efusividad de los maestros de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Así que el presidente Peña Nieto, para olvidarse de los desaires de la Sesión 22, agarró la jarra y es hasta la madrugada que se le informa de los graves daños del temblor en la región del Istmo de Tehuantepec. Indudablemente que esta desgracia le cayó del cielo para sus propósitos faraónicos de la promoción de su desgastada imagen. Así que unas horas después arribaba al Istmo con todo su aparato publicitario, y como ayuda, solamente promesas.
Junto con él arriba el gobernador Alejandro Murat y es así como empieza el galimatías istmeño. Muratito y su séquito inmovilizan a la fuerza municipal, porque supuestamente ellos se hacían cargo de la situación, pero como los funcionarios del gobierno estatal no conocen a la población, eso fue un desastre. A los pocos días Peña Nieto instala a sus funcionarios, que terminan por paralizar a los funcionarios estatales.
Cabe mencionar que Peña Nieto instaló a sus funcionarios no con el ánimo de ayudar al pueblo istmeño, sino de asegurar votos para el 2018. Al punto de “sembrar” en el Istmo a los mismos secretarios de estado que utilizó como Mapaches en la pasada elección a gobernador en el Estado de México. Pero a los funcionarios y secretarios de las dependencias “se les hizo bolas el barniz”, amén de desplantes como los de la secretaria Rosario Robles de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), que dijo: ojalá los medios no nos estorben mucho.
Indudablemente que hubo mucho discurso, muchas promesas, vamos, como si estuvieran en campaña. Decían: vamos a hacer, les vamos a ayudar. Aunque la ayuda no se sintió y finalmente no hicieron nada.
Siempre la misma tonada de los funcionarios federales y estatales, una tonada como si estuvieran en campaña, y de hecho lo están. Además el presidente Peña Nieto siente que es el poseedor de la verdad absoluta, y que lo que él diga y por ende publicite el equipo de promoción de su figura, es lo único que el pueblo tiene que oír. Peña Nieto se aventó la puntada de decir: “”no les crean a los que los vienen a mal informar” ¿Qué tal?
Así que en medio del desastre y de la desorganización en el Istmo. Volvió a temblar fuertemente a la 1:15 pm del martes 19 de septiembre, un temblor de 7.1 grados, nada más que ahora le tocó al Distrito Federal ser la zona de desastre.
Al Distrito Federal le cambiaron de nombre, hoy es Ciudad de México… cambió el nombre pero las instituciones siguen igual. En el DF nuevamente, como en 1985, la ciudadanía saca la cara en la búsqueda de desaparecidos y remoción de escombros, nada cambió al modificar el nombre del DF. Nuevamente el famoso DN III de las fuerzas armadas brilla por su ausencia, nuevamente se le pide a la población que afronte la emergencia. Se le pide a la población que se solidarice y que apoye con agua, víveres, trabajo comunitario y hasta equipo. Nuevamente se manifiesta la ausencia del gobierno en los desastres y la población es la que se faja.
El 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 de la mañana, el Distrito Federal sufrió un devastador terremoto, la intensidad fue de 7.8 Richter. El regente Ramón Aguirre y los secretarios Bartlett (Gobernación), Arévalo Gardoqui (Defensa), Miguel Ángel Gómez (Marina), Daniel Díaz (Comunicaciones) y el director del (IMSS) dieron una conferencia de prensa. La ciudad de México fue considerada zona de desastre. Arévalo anunció la aplicación del plan de emergencia para socorrer damnificados y evitar pillajes. El presidente De la Madrid declaró: “Estamos preparados para atender la situación y no necesitamos recurrir a ayuda externa. Agradecemos las buenas intenciones pero somos autosuficientes“. Pero en realidad el gobierno no supo que hacer. Es verdad que llegaron los soldados, pero llevaban metralletas en lugar de palas y picos y se dedicaron a acordonar las calles. Con todo esto, lo esencial del rescate lo llevó a cabo la misma población de la ciudad, que no esperó las acciones oficiales. Unos días después De la Madrid reconoció que la tragedia había rebasado los esfuerzos del gobierno.
Bueno, pues el escenario es el mismo para el DF, sólo que 32 años después y con otro Presidente. Y para el Istmo de Tehuantepec, le llueve sobre mojado. Los socorristas y personal de las dependencias federales incluyendo el Ejército, que se encontraban en Juchitán e Ixtaltepec, se van a la Ciudad de México (DF). Pobre Juchitán, ya se lo cargó el payaso. Esta disposición fue a las 7:30 pm de este trágico 19 de septiembre de 2017.
Así que Peña Nieto ahora está “salvando” al DF después de haber “salvado” al Istmo, o cuando menos eso dicen las empresas televisoras que se dedican a publicitar su imagen en cadena nacional. Cuando la realidad de su sexenio es un crecimiento económico miserable, un endeudamiento espantoso, miles de ejecutados y fraudes electorales.
Estamos a 283 días de la crucial cita con la elección presidencial.
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