Andrés Carrera Pineda
“¡Dios mío, no puede ser, otra vez está temblando!”, fueron las palabras de una madre de familia que abrazó con gran fuerza a sus hijos mientras se sentía el sismo de 7.1 grados en la ciudad de Oaxaca.
En el Centro Histórico de la ciudad capital, el tráfico vehicular invadía las calles, padres de familia se apresuraban a recoger a sus hijos en las escuelas cuando de pronto comenzaron a sonar las bocinas del alertamiento sísmico.
“Dijeron que no iba a haber simulacro, va a temblar”, eran otros comentarios que se escuchaban dentro de un autobús del transporte urbano, mientras el chofer esperaba la luz verde del semáforo en inmediaciones del jardín Morelos.
Aproximadamente 10 segundos después de que comenzaron a sonar las bocinas el camión comenzó a moverse, al igual que los árboles y edificios, entonces el caos nuevamente se hizo presente.
Niños, mujeres y hombres salieron de las diferentes oficinas para resguardarse en un lugar seguro; por momentos los automóviles se detuvieron para evitar poner en riesgo las personas que salían a la vía pública.
El movimiento telúrico generó pánico entre los ciudadanos, algunos comenzaron a rezar, otros se apresuraron para reunirse con sus hijos en los centros educativos, esto mientras la información sobre los daños fluía poco a poco.
Por fortuna las autoridades reportaron saldo blanco en la ciudad de Oaxaca, todo quedó en un susto y algunos edificios dañados. Poco a poco los trabajadores de las diferentes instituciones tanto municipal y estatal, así de comercios reanudaron sin contratiempo sus labores.
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