martes, 14 de noviembre de 2017

Meade o Nuño, no hay más


Jaime Sánchez Susarrey 


1. Peña Nieto tiene el control total de la designación del candidato del PRI. Ni insurrección ni problemas en el horizonte. Recuérdese, a contrapunto, el destape fallido de Sergio García Ramírez, bajo Miguel De la Madrid, o la unción de Zedillo después del asesinato de Colosio. 

2. El poder se hereda a los hijos, no a los hermanos. La máxima fue particularmente clara en la rivalidad Alfredo del Mazo-Salinas de Gortari. Pero no tiene sentido si se piensa en las sucesiones de Alemán y Luis Echeverría. En el caso de Peña Nieto podría tener relevancia, porque Aurelio Nuño es uno de los finalistas. 

3. El presidente perdió, desde Zedillo, la facultad indiscutible de designar a su sucesor. El elegido debe ganar en las urnas. De ahí que la disciplina que se observa en el PRI sea aún más notable que en la época del priato. ¿Cómo explicarla? No por las expectativas, pero sí por la cultura priista y porque Peña Nieto controla todos los hilos del partido.

4. Si EPN fuera omnipotente, elegiría a Luis Videgaray como su sucesor, sin duda alguna. La marca de este sexenio, que no se parece a ningún otro tricolor, ha sido la simbiosis entre el Presidente de la República y Luis Videgaray. El antecedente más cercano sería la relación Salinas-Córdova, pero la diferencia es abismal, porque jamás hubo simbiosis. Así que si Peña no unge a Videgaray es porque el propio secretario de Relaciones Exteriores se hizo a un lado, por considerar que no tiene oportunidad de ganar en las urnas. 

5. Para todos los presidentes la continuidad del proyecto es esencial. Pero en el caso de Peña Nieto es más importante, dado el calado de sus reformas. Ese principio rector deja, por definición, a Meade, Nuño y De la Madrid –aunque este último en un lejano tercer sitio– como los finalistas de la carrera.

6. El otro factor relevante, sobre todo después de la casa blanca, Odebrecht y la enorme irritación de la gente por la corrupción, es que el elegido le cubra las espaldas, es decir, que sea del círculo más cercano de Peña Nieto.

7. El candidato más competitivo no se mide por las encuestas. En 2000, Francisco Labastida arrancó con una enorme ventaja y perdió. En 2006, ocurrió lo mismo con López Obrador. Lo relevante en esta elección son dos factores: que el candidato no tenga enormes negativos, como era el caso de Videgaray, y que en la contienda logre posicionarse como segunda fuerza, por encima del candidato del Frente amplio o del PAN. 

8. ¿Qué papel juega Luis Videgaray en la sucesión presidencial? Pregunta obligada y esencial dada la simbiosis que tiene con el Presidente y dado que está fuera de la contienda. Su influencia es apreciable en la simple enumeración de los finalistas, todos próximos a él. Pero eso es demasiado genérico. Para entender su rol hay que subrayar la diferencia mayor entre los precandidatos: a la inversa de Nuño y De la Madrid, Meade no es priista.

9. El punto anterior obliga a plantear otras preguntas relevantes. ¿Se puede romper, así como así, la ortodoxia de un partido como el PRI? Nunca en su historia ni en su imaginario ha habido un candidato o presidente no priista. Lo más parecido fue la experiencia de Ernesto Zedillo, pero eran los tiempos del priato y nadie cuestionaba la autoridad presidencial. Aun así, las relaciones entre los priistas y Zedillo fueron tormentosas. ¿Cómo sería el futuro si Meade es elegido presidente de la República? ¿Tendrá la habilidad y fuerza para lidiar con el PRI o deberá recurrir a alguien, como Videgaray, para reforzar su posición y suplir su falta de experiencia? Y, de ser el caso, ¿establecería una relación circunstancial o una suerte de contrato de largo plazo para gobernar los 6 años?

10. Las respuestas a estas preguntas resuelven la ecuación de manera distinta. Tanto Meade como Nuño garantizan la continuidad, pero la importancia del alter ego de Peña Nieto sería muy diferente en uno u otro caso. 

11. Dicen los astrólogos que el destape está a la vuelta de la esquina. Y tal parece que tienen razón. El propio Presidente esbozó que podría ser el 27 de noviembre y Ochoa Reza ha confirmado que la fecha límite es el 14 de diciembre. Sabremos entonces si el ungido es Meade o Nuño, no hay más. Hagan sus apuestas.

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