lunes, 29 de octubre de 2018

El golpismo fifí.


Jesús Silva-Herzog Márquez

El Presidente electo ofrece disculpas por anticipado. Acto seguido avisa que persistirá en el insulto. Lo escuchamos en una entrevista improvisada sentado, como acostumbra, en la ventanilla de la fila de salida de emergencia. Seguiré describiendo a la prensa que me cuestiona como prensa fifí, dice. Lo siento mucho, pero no tengo alternativa. Tengo que llamarlos como lo que son. En seguida, el Presidente electo expone las razones del insulto. Los fifís de hoy son herederos de los golpistas que contribuyeron a la caída y muerte de Francisco I. Madero. ¡Eso es lo que piensa el Presidente electo! La crítica es golpismo. El cuestionamiento al poder que despunta es, en realidad, deslealtad democrática.

El paralelo que traza entre sus críticos y la decena trágica es preocupante. Es una nueva cápsula de su entendimiento del debate público. Importa citarlo en extenso para juzgar si mi interpretación es excesiva. El Presidente electo brinda lecciones de historia como advertencias para el presente. "Si ustedes revisan la historia, los que le hicieron más daño al movimiento revolucionario maderista fueron los fifí. Ayudaron a los golpistas, y hubo una prensa -en ese entonces-, El Debate y otros periódicos, que se dedicaron a denostar al presidente Madero. Bueno, esa prensa y los fifís quemaron la casa de la familia Madero. Cuando detienen al hermano de Francisco I. Madero y asesinan cobardemente a Gustavo A. Madero, los fifís hacen caravanas con sus carros y festejan. Y luego esa prensa siempre apostó a apoyar la militarización, el golpe de Estado, y tiene que ver mucho con el conservadurismo, venían del régimen porfirista, eran serviles, era una prensa sometida y cuando triunfa el momento revolucionario, triunfa Madero, él garantiza libertades plenas, y se portaron muy mal, no sólo con Madero, sino el país, le hicieron mucho daño a México, fueron los que atizaron el fuego para que se volviese cruenta la revolución mexicana y se perdieran muchas vidas humanas. Entonces, lo del fifí viene de eso, para darle una ubicación histórica, entonces eso sí se los voy a seguir diciendo, porque son herederos de ese pensamiento y desde el proceder".

Si les digo fifís es porque, en realidad, quiero llamarlos golpistas. Esa es la advertencia del Presidente electo en un arranque de sinceridad. Hay periodistas que se portan bien y periodistas que se portan muy mal. Hay periodistas que merecen besitos y otros a los que no queda más alternativa que describirlos como cómplices de la dictadura. Quienes me cuestionan, quienes dudan de las maravillas de la Cuarta Transformación, quienes critican las decisiones que se están tomando, quienes denuncian los efectos de las políticas que se pondrán en marcha muy pronto, conspiran contra la democracia. No son mis enemigos, son los enemigos del pueblo. Son, en realidad, descendientes directos de quienes conspiraron contra Madero. No hay aquí ambigüedad alguna en las palabras del Presidente electo. El argumento es delirante, pero claro: si me criticas, en realidad sueñas con el magnicidio.

El Presidente electo defiende, y con razón, su derecho a polemizar. Sería, en efecto, benéfico escucharlo debatir. Nadie quiere un Presidente amordazado. Lamentablemente, lo que escuchamos de su boca no son argumentos que desbaraten el fundamento de otros argumentos sino algo muy distinto: un intento de destruir moralmente a sus críticos. Huertistas, los fifís. Quien advertía hace unos días por los probables costos de la consulta recibió de inmediato la feroz invectiva del Presidente electo. Ningún alma limpia puede dudar de él. Quienes lo critican, quienes anticipan costos y perjuicios son personajes deshonestos. Vendidos. El futuro Presidente se asume así como difamador en jefe. Mis críticos lo son porque han sido comprados por los enemigos del cambio verdadero. Muy delgado resultó el barniz conciliatorio del Presidente electo. Al primer raspón desaparece.

Advierto que el reflejo de la descalificación, esa imaginación que lo lleva a dividir el mundo en patriotas y traidores me preocupa menos por lo que pueda influir en la prensa que por lo que pueda provocar en su gobierno. ¿Cuál puede ser el espacio de razonabilidad bajo el imperio de la ideología? ¿Quién se atrevería a confrontarlo con malas noticias? ¿Quién osaría reconocer ante él un error de cálculo? Un fanático de sí mismo prefiere ser engañado a ser contrariado.

Reforma

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