miércoles, 20 de septiembre de 2017

Titulares de los Principales Medios de Circulación Nacional.


Reporta Protección Civil más de 149 muertos por sismo

 Protección Civil informó de 194 fallecidos en entrevistas televisivas, pero luego ajustó las cifras a la baja; el último reporte señala 149 decesos.

Redacción
Con información de Rivelino Rueda, Gustavo González, Anabel Clemente, Susana Guzmán, Mariana León, Gonzalo Soto, Isaid Mera y Abraham González


Hasta el momento se registran más de 149 personas fallecidas por el sismo de esta tarde, de acuerdo con autoridades.

La entidad más afectada en cuanto a la cifra de muertos, de acuerdo con el reporte del coordinador nacional de Protección Civil, Luis Felipe Puente, a las 21:26 en su cuenta oficial de Twitter, es Morelos, con 55 fallecidos; le sigue la Ciudad de México, con 49 personas que perdieron la vida; luego Puebla con 32, Estado de México con 10 y tres en Guerrero.

El terremoto provocó el colapso de 44 edificios en la Ciudad de México. Al cierre de esta edición Luis Felipe Puente confirmó, en entrevista televisiva, que se intentaba rescatar personas de 38 inmuebles derrumbados en distintas zonas de la Ciudad de México. Los puntos críticos son dos planteles escolares.




El jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, reportó que hasta alrededor de las 17:30 horas se había logrado el rescate de entre 50 y 60 personas y que se trabaja en 44 puntos de colapso.

En la calle de Escocia, esquina con Gabriel Mancera, colonia Del Valle Norte, se reporta un edificio completamente caído, en el cual se ubican personas atrapadas entre los escombros.

En la calle de Enrique Rebsamen, también en la Del Valle, una escuela se derrumbó; los servicios de emergencia ya trabajan en el lugar.

En las calles de Bolívar y Chimalpopoca, en la colonia Obrera, una fábrica de textiles cayó en pedazos, y se reporta que hay gente que no hay podido salir.

En la avenida Álvaro Obregón, en la Condesa; en Medellín y San Luis Potosí, en la Roma; y en Laredo, casi esquina Nuevo León, también en la Roma, se reportan colapsos de edificios.

El presidente Enrique Peña Nieto emitió un mensaje a la población.


 Se repite la historia: un 7.1 aterra a CdMx

 
 Es el mismo dolor, la misma sensación de muerte, los mismos escombros y la misma solidaridad desbordada 32 años después, en busca de arrancarle vidas al terremoto.


Sobre la mole derruida, se veían decenas de voluntarios con chaleco naranja, casco, tapabocas y cubetas; la noche avanzaba, la angustia crecía, pero la esperanza se mantenía incólume. (Araceli López)
CRÓNICA POR REDACCIÓN20/09/2017 04:20 AM
México

19 de septiembre otra vez. No puede ser. Maldita coincidencia.

Ciudad de México de nuevo, justo 32 años más tarde.

El mismo terror. La misma desesperación. La misma impotencia. El mismo azoro. Los mismos nervios.

Generaciones distintas, pero la misma fragilidad. Unos segundos y todo se bambolea de nuevo sin sentido, todo cruje, todo puede derrumbarse. El corazón parece explotar.

El mismo dolor. La misma sensación de muerte. Los mismos escombros con cuerpos atrapados.

Y la misma solidaridad desbordada que, entre fierros y tabiques, intenta rescatar sobrevivientes: durante horas y horas manos y manos asen pedazos de escombros y procuran arrancarle unas cuantas vidas a la desgracia…

Por la mañana, a las 7:19, en el Zócalo, se izaba la bandera nacional en recuerdo de los 10 mil muertos de aquel sismo de 1985, el que era de magnitud 8.1.

A las 11:00 horas sonaban las alertas sísmicas, como cada año. Empezaba un simulacro más: miles y miles de personas desalojaban viviendas y oficinas. La gente platicaba, incluso bromeaba.

A las 12:00 horas se daba por concluido el simulacro. Todo en paz. Todo en orden, todo mundo en sus oficinas, en escuelas, en negocios, en las calles.

Eran las 13 horas con 14 minutos y 38 segundos cuando ocurría lo inaudito: en otro 19 de septiembre, la tierra se sacudía severamente de nuevo. La alerta sísmica de Ciudad de México apenas sonaba unos segundos antes del estremecimiento de la tierra, porque el epicentro no estaba en costas del Pacífico, sino a tan solo 120 kilómetros de la capital, a 7 kilómetros al oeste de Chiautla, Puebla, a una profundidad de 23 kilómetros.

Dos segundos después, a las 13 horas con 14 minutos y 40 segundos, el Sismológico Nacional detectaba que el sismo también estaba ubicado a 12 kilómetros de Axochiapan, en Morelos, a una profundidad de 57 kilómetros.

La magnitud detectada inicialmente era de 6.8, pero a las 14:24 se determinaba que había sido de 7.1. Se había tratado de un solo terremoto en los límites entre Puebla y Morelos, no de dos sismos.

Se trataba de un sismo intraplaca: “la Placa de Cocos subduce por la Placa de Norteamérica”, informaba el Sismológico durante una conferencia en la UNAM. Choque de placas.

El Metro era zona de horror. Partía de la estación Zócalo un convoy naranja. Apenas unos metros después de que había dejado el andén el vagón se movía de lado a lado. Todos hubieran jurado que se iba a voltear, la sensación era peor que estar en un roller coaster.

La histeria invadía a los 38 pasajeros que estaban dentro, gritos por doquier, hombres y mujeres tirados en el suelo sollozando por su vida. El vagón seguía con movimientos bruscos de lado a lado, todos gritaban, el caos. El convoy se echaba de reversa, abría sus puertas, cientos de personas que ahí viajaban salían y se dejaban caer, de rodillas, y sí, rezaban.

En Ciudad de México el azoro se apoderaba de las calles y avenidas. La gente ocupaba las vialidades y éstas colapsaban durante horas. No había teléfonos fijos en muchos puntos ni luz. No había wifi, no había internet, los móviles no servían para transmitir nada, solo para ir registrando lo que cada quien veía: un edificio cuarteado por acá, unos vecinos llorando por allá, un edificio destruido por otro lado.

En cuanto volvían las señales móviles, el 3G, el 4G, los teléfonos se inundaban de pequeños videos y fotos. Era ya el primer gran sismo en la época de las redes sociales y los aparatos móviles conectados a una misma señal.

Las imágenes desde lo alto mostraban las heridas de la enorme urbe: polvaredas, nubes de polvo emergían y señalaban en segundos los puntos donde colapsaban edificios, unos tras otros, hasta más de 40.

Entonces los lugares siniestrados empezaban a tener nombre: la escuela Rébsamen, en Coapa, donde niños habían quedado atrapados; un edificio textil, en Bolívar y Chimalpopoca, donde trabajadores estaban aplastados; un edificio en la Roma, en Álvaro Obregón, donde nadie sabía cuántos estaban atrapados. Algunos aseguraban que había gente que bajo los escombros rogaba por auxilio.

Y la gente, la gente otra vez en las aceras, en las jardineras, en las calles, aterrada, lívida. Pasaban las horas y muchos no querían regresar a sus viviendas u oficinas. Se sentaban en las banquetas como sonámbulos.

Otros muchos más se movilizaban. Como nunca Ciudad de México era una urbe de bicicletas y Metro. La gente empezaba a acudir a donde se enteraba que hacía falta su ayuda. En la Condesa, en la Roma, en la Del Valle, en la Obrera, en la Tránsito, en Taxqueña, en Tlalpan, en Lindavista, en la Portales, cientos y cientos de hombres y mujeres dejaban de lado todo para encaramarse en las placas de cemento hechas añicos, en medio de fierros retorcidos, y así, a mano pelona, sin guantes la mayoría, con cubetas o a pelo, empezaban a escarbar en la búsqueda de una vida que robarle al terremoto.

Por ratos el caos y el ruido de palas, picos y maquinaria que llegaba a los lugares era roto por una señal que se multiplica por cientos: los puños cerrados y arriba significan que había que guardar silencio. La noche avanzaba, la angustia crecía ante los edificios caídos, pero la esperanza se mantenía incólume. Por eso se pedía silencio, porque en esos momentos se escuchan los gritos de auxilio desde los escombros. Anochecía y, a falta de luz solar, un grupo de motociclistas se abría paso entre el hormiguero de voluntarios para enfocar sus faros de luz hacia el edificio de siete pisos de Petén y Zapata en la colonia Residencial.

Cientos de personas dirigidas por especialistas y diferentes cuerpos de rescate, como los topos, iban poco a poco abriendo huecos para encontrar a los sobrevivientes. Y como en todos lados, llegaban personas de todas las edades, incluso niños acompañados por sus madres, para ofrecer alimento, agua, tapabocas y apoyar en todo lo necesario.

El olor a gas comenzaba a brotar en muchas zonas. Por eso la CFE decidía no restablecer la luz, para evitar cortos o explosiones. Algunos vecinos pedían que nadie usara sus celulares. Temían que cualquier chispa pudiera provocar un estallido en esos edificios que, como en 1985, parecían acordeones aplastados.

“¡¿Hay alguien ahí?! ¡¿Hay alguien ahí?! ¡¿Alguien me escucha!”, gritaban rescatistas improvisados y organizados como los Topos, y también marinos, federales y policías capitalinos que se sumaban poco a poco a las labores de rescate junto a elementos de Protección Civil. De pronto, en una imagen insólita, soldados marchaban por las calles de la Roma y eran recibidos con aplausos. Vecinos observaban. Algunos querían fumar. Rápido les pedían apagar el fuego. El temor a una explosión prevalecía.

Como en Medellín y San Luis Potosí. En esa esquina se derrumbó un edificio de cuatro plantas: departamentos, venta de flores, colchones y tacos. Todo quedó convertido en pedazos de concreto, varillas oxidadas, tierra, mucha tierra. Sobre la mole derruida, se veían decenas de voluntarios enfundados con su chaleco naranja, casco, tapabocas y algún palo; otros llevaban palas, otros pocos, picos. Pero sobre todo rascaban con sus manos la tierra; con ellas cargaban piedras y las aventaban sobre el asfalto. Había gritos que pedían agua para los atrapados.

Llegaba la noche. Seguían los gritos de auxilio. La gente en la calle. Los intentos de rescate. Con lágrimas en los ojos muchos contemplaban cómo se había destruido el patrimonio de muchos años de trabajo. O cómo estaba en peligro con grietas por todos lados. Otra vez un sismo severo en Ciudad de México. Otra vez un 19 de septiembre. Otra vez el horror. Y la solidaridad...

Con información de: Verónica Díaz, Rafael Montes, Heliodoro Cárdenas, Carolina Rivera, Omar Brito, Abraham Reza, Javier Vega, Alma Paola Wong, Francisco Mejía, Humberto Ríos Navarrete, Melissa Del Pozo, María Eugenia Jiménez, Israel Navarro, Jannet López Ponce, Elba Mónica Bravo, Fanny Miranda, Karina Palacios, Liliana Padilla, Rubén Mosso, José Antonio Belmont, Pedro Domínguez, Blanca Valadez, Angélica Mercado, Daniel Venegas, Elia Castillo, Fernando Damián, Jorge Almazán, Selene Flores, Pedro Hiriart, Cinthya Stettin, Alberto Valiente, Betsua González, Juan Alberto Vázquez y Juan Pablo Becerra-Acosta.

Sismo de 7.1 revive tragedia de 1985; 217 muertos por terremoto

 

 El gobierno federal implementa el Plan MX para atender la emergencia; Morelos, Puebla, Ciudad de México, Estado de México y Guerrero, los estados más afectados; sigue el rescate en los 45 edificios colapsados en la capital del país

19 DE SEPTIEMBRE, OTRA VEZ LA TIERRA RETUMBÓ. A las 13:14 horas de ayer, la Ciudad de México se estremeció, como hace 32 años. Un sismo de magnitud 7.1 con epicentro en Morelos pegó al corazón del país.

CIUDAD DE MÉXICO.

Al menos 217 muertos, cientos de desaparecidos y numerosos heridos dejó el sismo de magnitud 7.1 que ayer sacudió al país, cuyo epicentro se registró a 12 kilómetros del sureste de Axochiapan, Morelos.

Hasta las 2:10 horas de hoy, Luis Felipe Puente, coordinador nacional de Protección Civil, confirmó 86 fallecidos en la Ciudad de México; 71 en Morelos, 43 en Puebla; 12 en el Estado de México, cuatro en Guerrero y uno en Oaxaca, entidades donde se reportaron las mayores afectaciones.

Entre las víctimas figuran 30 menores de edad y adultos que murieron en el derrumbe de la escuela primaria Enrique Rébsamen, en Tlalpan, Ciudad de México.

De acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional, hasta las 20:30 horas de ayer se había presentado 11 réplicas, la mayor de magnitud de 4.0.

El gobierno de la Ciudad de México informó del colapso de 45 edificios en diferentes colonias, sobre todo de las delegaciones Benito Juárez y Cuauhtémoc.

Tras el movimiento telúrico, el presidente Enrique Peña Nieto informó sobre la activación del Plan MX para atender la emergencia.

“He convocado al Comité Nacional de Emergencias para evaluar la situación y coordinar acciones. El Plan MX ha sido activado”, indicó.

Asimismo, ordenó abrir los hospitales del IMSS e ISSSTE a toda la población.

Dicho programa está alineado al Plan DN - III, de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) el Plan de Marina y el Plan de Apoyo a la Población Civil de la Policía Federal, así como las estrategias de respuesta de dependencias y entidades de la Administración Pública, como Pemex, CFE y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), indicó la Secretaría de Gobernación.

El presidente Peña Nieto también dijo que las Fuerzas Armadas trabajan en las labores de emergencia y afirmó que la búsqueda de posibles sobrevivientes continuaría durante la noche con ayuda de plantas de energía.

En compañía del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, Peña Nieto acudió a la escuela Enrique Rébsamen, para constatar las acciones de rescate de víctimas que llevan a cabo elementos de las Fuerzas Armadas, Policía Federal, Protección Civil y voluntarios.

Posteriormente, en un mensaje emitido cerca de la medianoche, el primer mandatario explicó que la prioridad del gobierno es el rescate de sobrevivientes de los inmuebles colapsados.

En tanto, en su cuenta de Twitter, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, pidió a los habitantes de la Ciudad de México despejar las calles para permitir que los servicios de emergencia puedan trasladarse.

También exhortó a los habitantes de los estados afectados por el sismo a estar alerta y seguir las recomendaciones de las autoridades de Protección Civil, y llamó a la población a utilizar el #911 sólo en caso de urgencias.

Tras el sismo, el Aeropuerto Internacional de Ciudad de México suspendió operaciones durante más de tres horas.

Suspenden clases

La Secretaría de Educación Pública suspendió las clases en la Ciudad de México, Puebla, Morelos, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Tlaxcala, Estado de México, Hidalgo y Michoacán, debido a afectaciones causadas por el sismo.

En la CDMX, 209 escuelas resultaron afectadas, 15 con daños mayores, de acuerdo con datos preliminares.

Ante los destrozos causados por el temblor, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, informó sobre la suspensión de clases en todos los niveles hasta nuevo aviso.

Agregó que en el caso de Veracruz sólo se suspenderían clases en planteles que presentaran daños, de acuerdo con la determinación tomada por el gobierno estatal.

Asimismo, la SEP indicó que en el Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México, cuatro personas murieron y hubo 40 heridos.

En tanto, Luis Ignacio Sánchez Gómez, administrador federal de Servicios Educativos en la Ciudad de México, giró instrucciones para suspender actividades académicas y administrativas en todos los planteles de la capital hoy, mañana y el viernes.

Suministro eléctrico

Ayer a las 22:00 horas, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) informó que había logrado restablecer el suministro de energía a 73% de las 4.71 millones de personas que se vieron afectadas luego del sismo de 7.1 grados registrado este martes.

El director de la empresa, Jaime Hernández, pidió a la población tomar las precauciones necesarias, como el no acercarse a cables y postes dañados.

Detalló que el Valle de México y el Estado de México fueron las zonas con mayores afectaciones, ya que se quedaron sin luz 1.69 y 1.74 millones de clientes, respectivamente.

En el caso de Morelos, el sismo afectó los equipos que suministran a 723 mil personas, mientras que en Puebla se vieron afectados 423 mil clientes, seguidos de Oaxaca con 102 mil, Guerrero 28 mil y Tlaxcala con 13 mil.

Con información de Yohali Reséndiz, y Nayeli González

Lo primordial

En las horas posteriores al sismo es importante mantenerse informado y no hacer caso a rumores.
Si su vivienda reporta daños repórtela y asista a un refugio temporal.
Si su vivienda está en buenas condiciones resguárdese y evite circular en las calles.
Revise las instalaciones de gas, energía eléctrica y agua.
Para emergencias marque el 911, donde puedes reportar incendios, explosiones, derrumbes, inundaciones
Locatel, 565811, que tiene una lista de heridos que fueron llevados a los hospitales de Magdalena de las Salinas, López Mateos, General de Balbuena, Centro Médico Santa Fe, Rubén Leñero, Belisario Domínguez, Xoco, San Ángel Inn, Pediátrico de Iztapalapa.

Contacto CDMX

Protección Civil: 5683 2222
Cruz Roja: 065
Cruz Verde y Radio Patrullas: 060, 56720606
Bomberos: 57682532 o 068
Fugas de Gas: 52770422, 52770425
Sistema de aguas: 5654 32 10
También se han abierto centros de acopio donde se puede donar comida, objetos de uso personal, cobijas, ropa, entre otros.
Entre los sitios de acopio están el Zócalo, Parque España, cuatro en Polanco, Estadio Olímpico en CU, Congreso de la Unión, cuatro en Bosques de Las Lomas, Contadero, dos en Lomas de Chapultepec, dos en La Herradura, uno en Tecamachalco y uno en Naucalpan, Estado de México.

Lo urgente

Ante el sismo, la Cruz Roja pide donar primordialmente guantes desechables, gasas, electrodos, llaves de tres vías, jeringas, cubrebocas, agua oxigenada, vendas, guantes quirúrgicos, cepillos quirúrgicos, tela adhesiva, micropore, bultos quirúrgicos, venoclosis, solución Hartman y agua fusiológica.
También pilas y linternas.
Ante posibles réplicas, Protección Civil pide armar una mochila en caso de que tenga que abandonar su hogar. Ésta consiste en directorio familiar y de instituciones, documentos importantes, radio y lámpara con pila, kit de herramientas, botiquín, víveres para dos días y alimento para tu mascota, encaso de tenerla.

RESCATE, LA PRIORIDAD: PEÑA

A diez horas del sismo de 7.1 grados, el presidente Enrique Peña Nieto aseguró que la prioridad sigue siendo salvar con vida al mayor número de personas que permanecen en los inmuebles colapsados en la Ciudad de México.

“La prioridad en este momento es continuar el rescate de quienes aún se encuentran atrapados y dar atención médica a los heridos. Los servicios de urgencias del Seguro Social, ISSSTE, Pemex, la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina están disponible para toda persona que requiera atención sea o no derecho habiente”, dijo.

A través de un mensaje en cadena nacional, el mandatario dijo que desde que tuvo conocimiento del terremoto convocó al Comité Nacional de Emergencias y ordenó activar el Plan MX que coordina los esfuerzos nacionales frente a una situación como la que se enfrenta.

Dijo que, para ello, las Fuerzas Armadas en coordinación con los cuerpos de Protección Civil y de seguridad de la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Guerrero y del Estado de México se han desplegado para apoyar a la población.

Peña Nieto sobrevoló en dos ocasiones la Ciudad de México, una de ellas con el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, para atestiguar las tareas de rescate y evacuación de víctimas, así como el retiro de escombros e instalación de albergues.

Por la mañana, el Presidente iba a Oaxaca para constatar la ayuda que se les da a los damnificados por el sismo del pasado 7 de septiembre, pero no llegó a su destinó y tuvo que regresar a la capital del país para verificar las consecuencias del sismo de ayer.

En la residencia oficial de Los Pinos, Peña Nieto encabezó una reunión de Gabinete para evaluar la emergencia provocada por el sismo.
AFLORÓ EL CAOS... Y LA SOLIDARIDAD

Atrapa a citadinos la sorpresa, la angustia y la pesadumbre.

A las once de la mañana de ayer, 19 de septiembre, sonó la alarma sísmica. Ríos de gente con cara de escepticismo y en cámara lenta salieron de los edificios de la Ciudad de México y fueron poblando las calles en absoluto orden; se trataba de un simulacro. Dos horas y 14 minutos después, el sonido de la sirena volvió a zumbar. Parecía una broma macabra. No fue. A las 13:14 horas la capital del país se remeció como una gelatina por un sismo de 7.1 de magnitud y entonces la gente con gesto de susto salió volando de los edificios en busca de refugio, amparo divino. En las calles comenzó el caos y la solidaridad.

El 19 de septiembre de 1985, hace 32 años, a las 7:19 de la mañana, la Ciudad de México sufrió un terremoto que dislocó para siempre al país. Ayer, otro terremoto. Otro 19 de septiembre…

En minutos, la sorpresa, la angustia, la pesadumbre empezó a apoderarse de la gente. Frente a sus ojos vieron volar vidrios de ventanas que se hicieron añicos en el piso; también cómo se desprendieron enormes trozos de fachadas de edificios y presenciaron el desplome hollywoodense de edificios completos con una polvareda color ocre que picaba la nariz, los ojos, como sello de la desintegración.

Cientos de automovilistas quedaron prácticamente petrificados, apañados del volante de su auto ante la sacudida. En avenida Cuauhtémoc, a la altura de Centro Médico Nacional, una mujer fue auxiliada para poder salir de su auto, minutos después de haber terminado el sismo.

La mujer, a bordo de una camioneta Toyota color negro —en el carril del Metrobús— quedó dentro de su auto con los ojos abiertos como platos. Atónita. Alfredo, un motociclista, a bordo de una Suzuki blanca 600, que había caído con todo y moto al piso a causa del temblor, acudió junto con un par de peatones en ayuda de la mujer. Cuando la pudieron sacar de la camioneta, la mujer que abandonó ahí su auto, parecía muerta en vida.

En otro punto de la ciudad, Sara, habitante de una de las 21 torres de la Unidad Integral Latinoamericana sintió como el piso de la planta baja de su departamento parecía como si se fuera abrirse y se la fuera a tragar. A ella y a su esposo no les dio tiempo de llegar a la puerta, después de haberse activado la alarma en la radio, cuando el sismo ya estaba a todo lo que daba.

Lo mejor y lo peor aún estaba venir. Conforme pasaba el tiempo y se fueron conociendo los daños que dejó el sismo, como en la zona de Pino Suárez, en el centro la Ciudad de México, en una fábrica de ropa en Chimalpopoca y Bolívar, en la colonia Obrera, video que se convirtió en viral en las redes sociales. En avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma o en avenida Nuevo León, en la Condesa, de manera espontánea gente embozada con tapabocas quirúrgicos fue llegando hasta donde estaban los escombros para con las manos, con las uñas mover piedras, fierros retorcidos.

A la par que miles de voluntarios, organizados, valientes, llenos de ímpetu y de polvo movieron escombros en botes de pintura, de basura, en carritos de tiendas de autoservicio en busca de personas con vida debajo de toneladas de enormes pedazos de ladrillos y cemento que se desmoronaron como terrones de azúcar ante la violencia con que se movió la tierra de la Ciudad de México, en el peor sismo desde 1985, con epicentro a 120 kilómetros en localidad de Axochiapan, los gobiernos federal, de la Ciudad de México, con el presidente Enrique Peña Nieto y el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera a la cabeza reaccionaron con reflejos felinos.

Peña Nieto estaba a minutos de aterrizar en Oaxaca —para seguir atendiendo la contingencia del sismo de 8.2 del 7 de septiembre— cuando se enteró de lo que minutos antes había pasado en la Ciudad de México y ordenó regresar de inmediato para atender la urgencia con el Plan MX.

Mancera se subió a un helicóptero, sobrevoló la metrópoli y después se concentró en la sede del C-5, donde se puede ver mayor parte de la ciudad a través de más de 15 mil cámaras de video vigilancia para dirigir los trabajos de rescate y remoción de escombros.

En torno al temblor no todo fue solidaridad, vigor ciudadano. Ladrones aparecieron a plena luz del día en la ciudad. En las inmediaciones de la Universidad Iberoamericana, en Santa Fe, en el Tec de Monterrey campus Ciudad de México, en el sur de la Ciudad de México y en distintas zonas de Polanco se desataron oleadas de asaltos al amparo de que los cuerpos de seguridad fueron concentrados para distintas tareas de auxilio a la población ante la catástrofe.

Imágenes captadas desde helicópteros de rescate mostraban cómo la ciudad se fue cubriendo de polvo y algunas nubes de humo negro, que emanaba de incendios en distintos puntos del centro de la capital que fueron exitosamente sofocados.

Dentro del dramatismo que empezó aflorar en el marco de la emergencia que se desencadenó a partir de las una y cuarto de la tarde de ayer 19 de septiembre, el montón de escombros que capturó mayor atención fue el Colegio Enrique Rébsamen, donde fueron rescatadas 25 personas muertas y que 21 de ellas eran niños y niñas.

 Con gritos de ¡Viva México!, voluntarios festejan cada rescate en la Narvarte

 
 Mientras algunos colonos huyen de la zona de desastre, muchas más corren a prestar ayuda

Decenas de voluntarios acudieron a remover escombros en el edificio ubicado en la esquina de Eje Zapata y Petén, que se derrumbó por el sismo de magnitud 7.1 que azotó a la Ciudad de México Foto Juan Manuel Vázquez
Juan Manuel Vázquez

¿Hay alguien ahí?, una frase que nadie imaginó volvería a repetirse en la Ciudad de México. ¿Un 19 de septiembre, otra vez?, se escuchaba por la coincidencia terrible, casi absurda, por un temblor devastador el día que se cumplen 32 años del terremoto de 1985.

Y una vez más, escenas que parecían de archivo histórico: edificios colapsados y ejércitos de ciudadanos improvisados en brigadas de rescate, volcados a las zonas reportadas con emergencia. Todos querían ayudar. Por División del Norte, en Narvarte, los ríos de gente contrastaban: unos huían de la zona, aterrados; otros corrían para llegar adonde hiciera falta. Una familia escapaba con una silla de ruedas atiborrada de ropa todavía prendida al gancho –reflejo de la premura de la evacuación–, una pantalla, algún trasto de cocina.

Es que nuestro edificio está por caer, dicen mientras dejan atrás la zona que no se atreven a mirar atrás. Otros llevan alguna pala, cascos de bici o de construcción, desesperados por llegar adonde sean útiles.

Y en prolongación Petén y el Eje de Zapata, un edificio de cinco pisos completamente derruido, reducido a una montaña de sólo algunos metros de ruinas. Lo anuncia un barullo desde antes de aproximarse; son los gritos de la gente que ayuda, cientos de personas organizadas de manera instintiva en hileras para trasladar escombros en cubos de plástico. Muchos son jóvenes, muy jóvenes, incluso con mochilas escolares todavía a la espalda mientras se pasan los restos de la desgracia de mano en mano.

“Fueron los primeros que llegaron –dice el vigilante a unos metros del edificio colapsado–: es que como aquí adelante está el Cetis (5), vinieron luego luego y empezaron a ayudar.”

Todos hacen algo y cuentan una microhistoria.

Yo soy médico, en qué puedo ayudar, pregunta uno. Yo soy pediatra, por si se ofrece, dice otro.

Hay gente que observa destemplada enfrente de las ruinas, resguardada en una agencia automotriz donde los automóviles están cubiertos de polvo. De pronto, un grito:

¡Silencio!, piden algunos de los cuerpos de rescate mientras levantan un puño. El ademán lo replican los voluntarios emergentes. Y todos callan. Empiezan a susurrar que hay una persona viva; todos se emocionan con la voz baja.

Dicen que ya la sacaron, expresa un voluntario como si fuera un secreto, y por invitación espontánea de quien sabe quién empiezan a gritar ¡Viva México!, ¡Viva México!. Algunos rescatistas afirman que sacaron a una señora de la tercera edad. Pero nadie puede constatarlo y es suficiente para trabajar con más entusiasmo. Nadie puede saber aún sobre los sobrevivientes y las víctimas.

Un hombre llega descompuesto. Se llama Gabriel Valerio, es chofer de una tintorería que se ubicaba en la planta baja de ese edificio. No trabajaba ese día. El pánico no le permite hablar con claridad y balbucea.

Es que había al menos seis personas adentro de la tintorería: un planchador, un lavador, dos mujeres en el mostrador y la dueña y su hija en la oficina. ¿Alguien puede ayudarme?, suplica. Médicos tratan de tranquilizarlo y le sugieren que acuda al Ministerio Público a reportar a sus compañeros. Responde que no. Prefiere quedarse y pregunta cómo puede ayudar a remover escombros.

A unos metros, otro edificio sobre el Eje de Zapata, está en pie pero parece dañado. Las familias desalojadas miran su vivienda. No sé qué vamos a hacer. Perdimos todo, dice una señora sentada en la acera.

A unas calles de ahí, en Saratoga 714, un edificio de cuatro pisos parece de tres. La planta baja y el primer piso quedaron comprimidos. Aseguran que hay una persona viva. Llega una brigada de rescate y después otra y por más gritos de ¿Me escuchan?, no reciben respuesta. Los vecinos insisten en que hay una sobreviviente. Nadie puede confirmarlo en ese edificio que amenaza venirse abajo.

Afuera, Bernardo Bruce, un hombre de 67 años, vestido con bermudas y sandalias, tiene un brazo vendado y su mujer, Guadalupe Hernández, de 72, tiene la cabeza envuelta y la ropa con manchas de sangre.

Estábamos echando la hueva, dice todavía sonriendo Bernardo; ni oímos la alarma, sólo de pronto la sacudida. Salí de mi recámara al pasillo para ver a mi esposa, pero se nos vinieron encima las paredes. Sentimos como unos sentones de cómo nos hundíamos.

El edificio quedó inaccesible, cruzaron el departamento hasta un hoyo en la cocina. Ahí esperaron casi media hora; los albañiles de la construcción aledaña pusieron escaleras y empezaron a evacuarlos por los escombros.

Yo vivo ahí, en el tercer piso, que ahora es segundo, señala Bernardo: bueno, vivía, porque ya no me quedó nada.


Con los puños arriba: ¡Silencio!

 


Juan Carlos llora y se calma. Se quita los lentes y se limpia las lágrimas con el brazo. Su madre, desconsolada, no habla. Él fue el primero de su familia en llegar. Tiene 22 años y arribó 45 minutos y fracción después del terremoto. Sus abuelos y su tío, quien decidió ir a comer con ellos, estaban en el departamento 201.

El sonido y la imagen de los bomberos y ambulancias lo inundaban todo. Ahí estaban los topos y vecinos con cubetas, cuerdas, palas, pidiendo silencio levantando los puños, para escuchar los posibles gritos de auxilio de sobrevivientes dentro de lo que fue un edificio de seis pisos con 12 departamentos y una lavandería que ahora son recuerdos que se esfuman de la niñez de Juan Carlos.

En la calle Emiliano Zapata y Prolongación Petén, colonia Emperadores, delegación Benito Juárez, se desplomó un edificio en 50 segundos. Es uno de los 44 derrumbados que se registran en la Ciudad de México y uno de ocho en Benito Juárez.

Mariana, quien logró salir del inmueble sin ningún daño, corrió junto con su madre y cuando llegó al camellón, a 10 metros de distancia, el edificio cayó. “Como si hubiera explotado. Primero las ventanas, luego la estructura. Es lo más destructivo y rápido que he visto...”. Mariana vio cómo una de las empleadas de la lavandería no pudo dominar el pavor por el movimiento telúrico y se aferró a una columna hasta su muerte.

Por apagar la caldera, no salió. Mariana también fue testigo de cómo otro de los seis empleados regresó a la lavandería para apagar la caldera y la máquina de lavado en seco, y ya no salió... El dueño del negocio jura que “esas máquinas soportaron el peso y está vivo” ahí dentro.

La pared de la casa vecina se vino abajo, primero por el temblor y después por la gente que subió encima para buscar al trabajador del negocio. El dueño se asoma. Pide silencio, escucha gritos e insiste: “Ahí está”.

La lista de posibles víctimas de este edificio que tiene Adriana Rodríguez, del DIF Nacional, recae en Blanca Edith, del departamento 101; Laura, Delfina y Mario, del 302; Miguel, Blanca y Eva, del 501, y Salvador, del 502. La gente le pregunta una tras otra vez si hay novedades y si alguno de sus familiares apareció. El rostro de Adriana se ilumina con el rojo y blanco de la ambulancia que está a su costado mientras se recarga sobre una camilla para tratar de ver si alguno de los nombres que le mencionan está en su lista de desaparecidos, rescatados, muertos y sobrevivientes.

La escena se dibuja con personas en constante movimiento, gritando. Camillas, guantes y preguntas: “¿No han rescatado a nadie más?”. Del otro lado del camellón hay un comedor donde los voluntarios recargan energías.

Adriana tiene el registro de 11 desaparecidos y tres muertos: Vicky, la trabajadora de la lavandería, de tez morena y unos 40 años, y otra adulta mayor, de 70 años. Hay dos sobrevivientes rescatados de entre los escombros en el hospital Xoco de Coyoacán. Además de ellos, salieron a tiempo el conserje Florencio y su hermana, y cuatro personas más. Entre los 11 desaparecidos siguen los abuelos de Juan Carlos.

A lo largo de la tarde cientos de vecinos han logrado reunir un sinfín de víveres. Como las calles están cerradas y los autos han taponeado la ciudad, la gente llega a pie o en bicicleta. Solos o con familia. Adultos y jóvenes. Algunos con perros. Vienen con guantes, cubrebocas, cubetas y palas. Pasan las horas y las exigencias cambian. Primero eran manos, luego comida, después agua y para la tarde lámparas, pilas y maquinaria para ayudar a encontrar víctimas. Forman hileras y se pasan de mano a mano las cubetas llenas de escombros. Entre ellos hay policías, bomberos, personal de Protección Civil, el cuerpo de topos formado en el terremoto del 85, militares y marinos.

Las voluntarios se montan en los escombros, varios han caído intentado ayudar a quitar desechos de los boquetes de la estructura colapsada. Todos quieren hacer algo. Hacen turnos. Bajan unos y suben más. Sobre la tragedia está la esperanza. Sin luz en la colonia, las tiendas de abarrotes son el faro. Litros de agua, comida, pilas, todos hacen fila para apoyar. Sus pasos suenan a vidrios rotos. No paran de llegar, con deseos de encontrar personas vivas entre las ruinas del edificio. Otros los detienen y les piden que esperen turno.

Juan Carlos se acerca a Adriana y pregunta de nuevo si hay alguna novedad. Ella sólo mueve la cabeza de lado a lado. Juan Carlos espera que en algún momento pueda escucharla decir: todo estará bien. No ocurre...

Regresa a la calle donde fue feliz, jugó y rió. Ahora solo llora, pero recupera calma. Se quita los lentes, limpia las lágrimas y sigue su lucha.
 

 'Un segundo más y me agarra ahí'

 

Voluntarios apoyaron ayer las labores de rescate en un edificio que se derrumbó en Prolongación Petén y Emiliano Zapata, en la Colonia Santa Cruz Atoyac. Foto: Mayolo López

 "El temblor nos agarró lavando carros. Alcancé a salir, crucé la calle y se cae el edificio. Un segundo más y me agarra ahí. Fue cosa de Dios".

Así lo manifestó Florencio Hernández, conserje de un edificio de cinco niveles de la calle Petén, a unos metros del eje Emiliano Zapata, que se desplomó tras el sismo.

Anoche, del otro lado de Emiliano Zapata, todavía cuidaba las pertenencias de sus vecinos.

Los "papeles importantes de la señora Evita, la del 502", los cuadros, maletas y otros artículos llenos de polvo.

A esa hora, en medio del caos, pudo contar que su hermana Leonor, de 48 años -tres más que él- se reponía de una fractura de su brazo derecho en el hospital de Xoco.

Leonor vivía en la azotea del inmueble y, por eso, salvó la vida. "Se volteó el edificio de este lado -levanta su brazo derecho, como si fuera a acurrucar su cabeza en él- y se nos quedó arriba: la gente de la Volkwagen y unos estudiantes treparon por el edificio y la pudieron rescatar", relató.

El inmueble tenía 12 departamentos. Más o menos ecuánime, don Florencio hizo sus cuentas y calculó: "a la hora del temblor debe haber unas seis personas... En el 602, Ana Lucía y sus dos hijos. Otras dos en el 201 y una 101 y otra en el 102".

En la esquina de Prolongación Petén y Emiliano Zapata se concentraban, al filo de las 22:00 horas, unas dos mil personas, la mayoría jóvenes que con denuedo retiraban los escombros.

Allí estaba empolvada la camisa roja de Oxxo de Ernesto Esquivel, responsable del establecimiento de contraesquina del edificio que estaba en Prolongación Petén 915.

"¿Qué le digo? Tengo clientes de ese edificio que me venía a comprar. Salimos y vimos cómo se cayó el edificio. En la mañana habíamos hecho el simulacro", contó ofuscado.

Desde las funestas 13:14 horas, Ernesto mantuvo cerrada la tienda. "No hay luz", aclaró.

Justo enfrente del Oxxo, un hombre maduro guardaba papeles en una maleta negra que pudo recuperar porque traía un edificador de equipaje de avión con su nombre. El señor no estaba en el departamento a la hora del temblor.

Resignado, acompañado de su esposa, jaló la maleta y caminó hacia la Avenida División del Norte, hasta perderse en medio de la penumbra de la noche.

A esa hora, los rescatistas de la Cruz Roja no podían aportar noticias alentadoras: no había sido rescatado ningún cuerpo, de las al menos seis personas que podrían estar atrapadas, según Hernández.

Y es que pese a las labores de cientos de voluntarios que desde las 14:00 horas se afanaron para retirar los escombros del inmueble y tratar de encontrar a personas con vida, hasta anoche no había sido posible.

Al cierre de esta edición los voluntarios continuaban con las labores, que fueron apoyadas por elementos de la Marina y del Ejército que se presentaron en el sitio.

Tragedia y solidaridad otra vez en un 19-S

 
 por ARTURO RAMOS ORTIZ

PÁNICO. Dos horas después del simulacro, en el aniversario del gran terremoto, se revivió el trauma del 85. PRELIMINAR. Se reportan en el país al menos 226 muertos ◗ El epicentro fue en Axochiapan, Morelos
Nuevamente, la solidaridad de la ciudadanía y el Ejército en labores de búsqueda de heridos en un derrumbe en Viaducto, Ciudad de México.
La Ciudad de México revivió el trauma de 1985, justo en el aniversario de aquel terremoto que provocó miles de muertos hace 32 años. Un nuevo sismo de 7.1 con epicentro en los límites entre Morelos y Puebla sacudió la capital del país a las 1:14 de la tarde y que ha dejado 226 muertos en el país, conforme al reporte de las 22:30 horas de las autoridades federales, estatales y Protección Civil.

En la Ciudad de México se había realizado, dos horas antes, un simulacro conmemorativo al terremoto de 1985, aquel que marcó el inicio de una amplia cultura de protección civil que ayer parece haber limitado la pérdida de vidas (32 edificaciones en uso derrumbadas y un número de muertos similar).

La Ciudad de México resultó muy golpeada, con una treintena de edificaciones completamente destruidas.

Reporte sismológico. El reporte del Sismológico Nacional indica que el movimiento de tierra se originó a 57 kilómetros de profundidad en las cercanías de la población de Axochiapan, Morelos. Según el reporte, puntos como Coyoacán y Tlalpan recibieron la peor sacudida (aceleración de las ondas sísmicas).

Las gráficas de Sismológico muestran también que el movimiento fue perceptible con mucha fuerza en todo el sur de Puebla y en Morelos. La zona secundaria abarcó el Estado de México, Tlaxcala, el noreste de Oaxaca y Guerrero.


 11 mil 688 días después se repite la tragedia

 


Esta ciudad no tiene historia, sólo martirologio
El país del dolor, la capital del sufrimiento,
El centro deshecho, el núcleo del desastre interminable
Jamás aprenderemos a vivir en la epopeya del estrago
Nunca será posible aceptar lo ocurrido,
Hacer un pacto con el sismo, decir:
“lo que pasó pasó y es mejor olvidarlo;
Pudo haber sido peor, después
de todo no son tantos los muertos”
Pero nadie se traga estas cuentas alegres
Nadie cree en el olvido
Estaremos de luto para siempre y los muertos
no morirán mientras tengamos vida

Fragmento de este poema escrito por José Emilio Pacheco en 1966. Los dolidos versos del gran poeta de la Ciudad de México se derramaron ayer como lava premonitoria por las calles de la capital y, con saña, por las colonias que inmortalizaron sus libros, la Roma y la Condesa. Justo en la calle Cozumel esquina con Parque España el sismo de 7.1 grados cegó la vida de la mujer de la imagen, precisamente 11 mil 688 días después del terremoto de 1985, en una coincidencia nefasta de más de 200 muertes.

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