sábado, 26 de agosto de 2017

El dedazo iluminado



De un tiempo a esta parte han resurgido argumentos en defensa del así llamado dedazo. Los comentarios no solamente provienen, como quizá sería de esperar, de los simpatizantes del PRI de más viejo cuño, sino también de algunos simpatizantes de Morena o inclusive del PAN. ¿Qué propiedades, ventajas y desventajas puede tener el mentado dedazo? Veamos.

Por principio de cuentas, definamos al dedazo como una regla electoral en la que una sola persona decide quién habrá de ser designado como candidata o candidato de cierto partido para un cargo de elección popular.

Se dice que la regla del dedazo puede ser una forma eficiente de designar candidaturas porque minimiza costos. Según este argumento, una elección primaria —con votación directa o indirecta— puede resultar costosa en varios sentidos: confronta a las corrientes en el interior de un partido, desgasta a la candidatura ganadora e implica recursos escasos que pueden resultar útiles en la elección general. El perdedor de la elección primaria, se dice, puede acabar tan herido que puede sabotear al ganador o migrar a otro partido.

Desde ese punto de vista, es preferible que el “líder natural” de un partido político busque una candidatura que ayude a mantener la unidad o el consenso al interior de su partido, o que al menos intente mantener ciertos equilibrios entre los grupos o facciones: tales candidaturas para el grupo A, otras tantas para el B.

Otro argumento común es que la decisión unipersonal detrás del dedazo no necesariamente es una elección libre o caprichosa. Al contrario, se nos recuerda, el gran elector tiene que tomar en cuenta no sólo los beneficios de su decisión, sino también las posibles reacciones de sus correligionarios. El dedazo es una elección estratégica sujeta a restricciones de diverso tipo.

Dudo que los nuevos o nostálgicos defensores del dedazo ignoren lo discrecional de la regla. Al contrario, otro argumento frecuente es afirmar que, justamente porque cierta candidatura puede ser tan importante, hace falta que la decisión sea tomada por alguien con información o legitimidad suficiente: “altura de miras”, “una clara visión del país”, “¿quién más que el líder natural de nuestro partido para tomar una decisión tan importante?”.

Todo lo anterior puede ser cierto. Un dedazo suficientemente iluminado (o poderoso) puede minimizar costos y maximizar beneficios. Los problemas surgen cuando vamos un poco más allá: ¿costos y beneficios para quién? ¿Para el partido o para el elector saliente y su grupo? La teoría de la elección social sugiere que concentrar en una sola persona la toma de decisiones puede estar libre de muchos de los problemas de las reglas de votación colectivas. El dedazo no siempre tiene que ser una mala decisión (¿para quién?). Del mismo modo, nada garantiza que sea una buena decisión.

En un régimen de partido hegemónico, un Presidente puede tener suficiente poder para designar a su sucesor. Por su parte, los suspirantes pueden jugar a los tapados para evitar contrariar al gran elector. Sin embargo, en un régimen electoral competitivo, si un partido recurre al dedazo puede no ser tan importante. Si cada partido político relevante tiene una estructura suficientemente vertical, puede ocurrir que todos acaben eligiendo candidaturas por dedazo. En todo caso, quien postule la candidatura más cercana a las preferencias de una mayoría de votantes, tendrá mayor probabilidad de victoria. El dedazo puede tener muchas propiedades, reales o imaginarias, pero es una regla más cercana a la dictadura que a la democracia: ni el rey filósofo ni el dedazo iluminado existen.

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