miércoles, 26 de julio de 2017

Insuficiente la Central de Abasto de Oaxaca; comercio devora al río Atoyac

Nadia Altamirano 



El crecimiento desordenado de la Central de Abasto ha originado estos paisajes y que el lecho del Río Atoyac sea cada vez más invadido.

De a poco, la actividad en torno a la Central de Abasto de la ciudad de Oaxaca se ha comido gran parte del margen del río Atoyac. Patios de maniobras para cetemistas, bodegas de agrupaciones de estibadores, un gimnasio al aire libre, canchas de futbol sin nada de pasto, taxis colectivos haciendo sitio y hasta simpatizantes del Frente Popular 14 de Junio utilizan esos terrenos con el supuesto permiso municipal.

"Ahorita que llueve nada más se jalan los camiones para acá”, es la salida que Pedro, vigilante de de un patio de maniobras encuentra como respuesta lógica para evadir el riesgo evidente de usar el margen del río como estacionamiento.

Por donde se vea, la carretera que circunda este afluente está minada por baches. Después de transitar las riberas del río Atoyac hacia Periférico, sobre la vía Constituyentes, quien mire hacia lo que queda del río, puede ver una lona desgastada que indica que ahí es el patio de maniobras de la sección número 198 de la Confederación de Trabajadores de México (CTM).

En otra lona se lee: “Sr. Transportista, no se deje sorprender este patio que conservamos como agremiados no se renta como pensión, ni como estacionamiento. Únicamente es un espacio para maniobras de los agremiados”.

Detrás de las lonas un cuarto de lámina y madera, rodeado de huacales se levanta sobre una cisterna que es alimentada con agua de camiones con pipa. El espacio es vigilado todo el tiempo para que únicamente los camiones de carga de 20 agremiados de esa sección puedan utilizarlo.

La poca agua lodosa que lleva el Río Atoyac no les representa un riesgo; la temporada de lluvia “no levantó el caudal, no llegó ni al pie del relieve, si hubiera subido se hubiera llevado la tierra”, dice Pedro, el vigilante.

Metros más adelante una decena de camiones de carga con placas de circulación de Oaxaca, Puebla o el Estado de México se estacionan cerca de una bodega de lámina coloreada de azul, en cuyo interior cien estibadores guardan su herramienta diaria: diablos y carretillas.

“Organisacion comunitaria de estibadores "Fernando Montes de Oca Valles Centrales Oaxaca" (sic), se lee en un letrero con madera reciclada. "Somos un grupo que pertenecemos a una organización, personas de bajos recursos, por eso estamos acá desde 2008 y mantenernos limpia esta área, el municipio nos dio este lugar”, responde abiertamente Rafael Pérez Bautista, estibador con credencial expedida por el ayuntamiento de Oaxaca de Juárez.

Delante de los camiones, hay más huacales. Un remolque viejo y un auto tapado con lona amarilla sirve para delimitar el terreno de esa organización de estibadores. Conforme se avanza el hedor de basura descompuesta recuerda que cerca de ahí hubo un tiradero a cielo abierto. Hacia el Río Atoyac hay basura fresca en la que revolotean las moscas, pedazos de cartón tirado, tierra y escombro amontonado.

¿RIESGOS?

Una valla de plástico naranja delimita otra bodega, pero de una organización de estibadores, conocida como “Porfirio Díaz”, la cual permanece cerrada y sin que alguien cuide, pero se puede ver con facilidad que adentro hay una moto, diablos y un diminuto cuarto.

Otro montón de huacales, llantas esparcidas por el suelo y la bodega de otra organización, pero cercada con malla. "Nosotros somos la Unión de estibadores Mártires del Sur”, relata el secretario Esteban Pérez, sentado sobre las largas maderas de una carretilla que sirve de reposo y mesa para él y dos de sus compañeros.

Los 25 o 200 pesos que ganan diarios, dependiendo de sus fuerzas y las ganas, no les alcanzaría para pagar en lo individual los 25 pesos al día o los 150 semanales que les cobran en una pensión por guardar su diablo o carretilla.

“La necesidad nos obliga. Este espacio que ocupamos es como la guardería de nuestra herramienta, no estamos invadiendo. Aquí era un barranco, rellenamos con tierra. Le pedimos un lugar adecuado al municipio y nos mandaron hasta acá”, secunda Pastor Sánchez, otro estibador.

Para nadie de quien ocupa el margen del Río Atoyac hay cabida para pensar en riesgos. La zona la va devorando el crecimiento desordenado de la Central de Abasto. Eso, sí es una preocupación.

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