La Razón/Rubén Cortés
En los estereotipos, José Antonio Meade es un tecnócrata. Y sí, con la égida de su perfil profesional, lo es. Pero su diferencia con los tecnócratas clásicos es que los tecnócratas clásicos creen en el progreso económico más que en la libertad política. Y si Meade representa algo es la libertad política.
Porque será el candidato presidencial del partido más antiguo y más cerrado de México, sin ser militante de ese partido. Un partido antiguo y cerrado que, sin embargo, leyó los tiempos actuales y entendió que debía cambiar sus estatutos antiguos y cerrados, para abrirse a una candidatura no militante.
Y, además, a un no militante que viene de trabajar para dos gobiernos panistas… sin ser militante panista, subiendo desde lo más bajo en el sexenio que inauguró la alternancia política en el país: Comisión Nacional de Seguros y Fianzas, Consar, Banrural, IPAB, Financiera Rural…
Hasta escalar a secretario de Energía y de Hacienda con Felipe Calderón. Y representa la libertad política inherente a estos tiempos de fobia a la política típica, porque transitó sin dificultades a trabajar en el gobierno priista de Enrique Peña, sin necesidad de ser priista, ni ser invitado a serlo.
¿Más ejemplos de la libertad política que representa Meade en estos tiempos de fobia a la política clásica? El lunes, tras anunciar sus intenciones de ser candidato por el PRI, aun sin ser su militante, se sintió con la libertad de recorrer los cuarteles generales de las bases más añejas y atracadas del PRI.
El virtual candidato priista acudió a pie a las sedes de los más vetustos vestigios de los tiempos de la presidencia imperial, de 70 años de priato: CTM, CNC, CNOP, FSTSE, Comisión Política Permanente, Organización Nacional de Mujeres Priistas, jóvenes y Movimiento Territorial.
La mayor crítica a Meade surgió precisamente porque, con este recorrido, regresó a la política mexicana un cuarto de siglo atrás, cuando todavía el PRI era el partido hegemónico y obligaba a sus candidatos a aceptar la matraca y la bufalada… en los mismos recintos que visitó.
Pero fue también una demostración de libertad política. Se decía que los priistas de filas recelaban de la unción como virtual candidato presidencial de un extraño librado de pagar derecho de piso, justo en un partido regido desde 1929 por el derecho de piso para lograr ser siquiera regidor.
Por todo eso, Meade es un producto original de nuestra democracia: un profesionista metido a político, un modernizador, aunque con una diferencia en relación con casi todos los reformadores anteriores de la política nacional, quienes creían sólo en cambiar para conservar.
Meade, sin embargo, cree en el progreso económico con libertad…
Y en un México que mire más alto.
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