Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador ya eligieron al candidato del PRI, y según ellos es José Antonio Meade, el actual secretario de Hacienda. Ambos dicen que la ruptura del PAN está relacionada con la próxima designación de Meade como candidato priista y terminan viendo en ese escenario un realineamiento de fuerzas de cara al 2018.
No es ni remotamente descabellado. Meade parece tener en este momento las mayores posibilidades de ser candidato del PRI y, más allá de eso, de un frente donde se integren otras fuerzas y personalidades: su propio perfil personal y profesional lo permite y auspicia. Esa es una decisión que, sin embargo, no está tomada por el presidente Peña.
El nombre de Meade está junto al de José Narro, Aurelio Nuño y Miguel Ángel Osorio en la mesa presidencial y las razones antedichas por supuesto, que deben ser tomadas en consideración, pero también otras deben contar a la hora de tomar una decisión.
En primer lugar, el PRI debe asegurar sus propios votos: es verdad que la elección se ganará con un porcentaje bajo de votos, alrededor de un 30 por ciento, y que el PRI tiene posibilidades de ganar, pero también es cierto que el tricolor enfrenta un 40 por ciento de electores que jamás votarían por ese partido. Tiene un piso electoral que debe estar en alrededor de 20 por ciento y lo demás debe ganarse en la campaña y con quienes sean sus candidatos. Y no sólo el presidencial: hay nueve elecciones estatales y en esta ocasión el PRI deberá elegir nueve candidatos muy competitivos en esos comicios, más allá de quien sea el presidencial, hombres o mujeres que puedan realizar por sí solos campañas y arrastrar votos, para sus estados y para la campaña presidencial).
La premisa, entonces, es partir del piso para llegar al techo electoral, asumiendo que el primero no puede perderse.
Como en todos los partidos a la hora de la designación de candidato habrá desafectos. En el caso del PRI lo que debe evitar es que exista más que una ruptura (es difícil pensar que habrá algo similar a lo sucedido con Margarita
Zavala en el PAN), es la distancia del partido y de sus cuadros con su candidato, como ocurrió, por ejemplo, en 2006 con Roberto Madrazo.
Esa evaluación y esa tarea de amarres es la que está haciendo el PRI en este momento, al tiempo que también exhibe de alguna forma a sus aspirantes y el propio presidente Peña consulta nombres y opciones con diferentes sectores políticos, empresariales, sociales. Mientras tanto, los cuatro están haciendo su tarea: Osorio, en la coordinación de la reconstrucción; Nuño enfocado de lleno en la mismo, en el tema tan sensible de las escuelas, lo mismo que Narro, en el de los hospitales. Meade, por su parte, está financiando la reconstrucción y construyendo el Paquete Económico 2018, en un contexto donde México tendrá enormes desafíos, incluyendo la posibilidad de que se pudiera romper el TLC. En ese escenario y en la construcción del presupuesto está y estará una de sus mayores fortalezas, con los priistas y con la oposición.
Lo que dicen Anaya y López Obrador es, en el fondo, cierto: si hay una figura en el PRI que puede concitar una alianza muy amplia y llevarse buena parte del voto panista e independiente es Meade. Eso y el tejido que ha construido durante años en diferentes posiciones públicas es lo que lo hace un candidato poderoso. Pero no se puede ignorar otro factor: la necesidad de tener amarrados, también, a todos los principales cuadros y sectores partidarios. Por eso hoy el presidente Peña sigue teniendo cuatro nombres sobre la mesa.
LOS RUSOS Y EL 2018
Hackers rusos, contratados por el propio gobierno de Putin, intervinieron abiertamente en la elección del año pasado en EU en contra de la candidatura de Hillary Clinton y para apoyar a Donald Trump. Noticias falsas desde portales de todo el mundo inundaron las redes y según los propios organismos de inteligencia estadunidenses, influyeron en el resultado de la elección (donde Trump ganó por mayoría en el Colegio Electoral pese a tener tres millones de votos menos que Clinton).
Hackers rusos intervinieron en la elección francesa apoyando al Frente Nacional, la organización de ultraderecha antieuropea que encabeza Mariane Le Pen, en contra de Emmanuel Macron. No tuvieron tanta suerte como en EU entre otras razones porque el electorado francés es más consciente, el sistema más fiable y menos basado en publicidad engañosa que el de la Unión Americana.
En el fallido intento independentista de Cataluña, una vez más se denunció la intervención de hackers rusos en favor de los independentistas. En todos los casos actuaron en contra del multilateralismo y la globalización.
¿Por qué tendríamos que pensar que en el 2018 no habrá ese tipo de intentos en nuestro proceso electoral, en México, en el país con la más intensa y conflictiva relación con EU? ¿nuestra seguridad nacional está en condiciones de detectarlo y en la medida de lo posible frustrarlo? Si lo quieren hacer tendrían que comenzar a prepararse desde ya. No es un tema menor.
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