Mario Melgar Adalid
Los más sobresaliente del imperio romano fueron su destreza constructiva y el régimen jurídico. Exactamente lo que hace agua en México. Desde Roma los sistemas políticos han basado su prestigio, fuerza y éxito en la construcción de obra pública. Los arcos triunfales, sus baños, los acueductos, los drenajes, los coliseos y su red de caminos llevó al conocido: “todos los caminos conducen a Roma”.
Conforme al Derecho Romano cuando a un constructor se le encomendaba una obra pública, debía prometer cuál sería el costo. De consentirse su propuesta, debía dejar como garantía en depósito sus propiedades. Al término, si el precio final coincidía con la estimación, se festejaba con honores. Si el precio aumentaba menos de una cuarta parte, el dinero se obtendría de las finanzas públicas, si excediera ese 25 por ciento la diferencia se obtendría de las propiedades del constructor. En México los constructores ofrecen dádivas, suben los precios, incumplen con las estimaciones, elevan el precio de las obras, cobran y las utilidades se van al extranjero, generalmente a España, como si fuéramos otra vez colonia. ICA, el antes prodigioso consorcio mexicano, está en quiebra, las constructoras españolas en México en jauja.
En México, el gran constructor fue Porfirio Díaz, tanto así que a pesar de la destrucción de su legado político, sus obras permanecen. A don Porfirio le preparaban arcos triunfales adornados con flores para conmemorar las obras de su administración. La diferencia con nuestro tiempo es que aquellas obras se festejaban una vez terminadas, mientras que ahora, el gobierno hace alabanzas por la simple colocación de la primera piedra. México es uno de los países en que un tramo de carretera, un paso elevado, unas banquetas alineadas o unas jardineras se inauguran con discursos, agradecimientos, espectaculares de agradecimiento y alabanzas.
Se pensaría que el momento de mayor ira popular contra el gobierno de Peña fue el día que Trump llegó a Los Pinos. No obstante, faltaba todavía el socavón de Cuernavaca. La torpeza, prepotencia y falta de sensibilidad exhibida por el secretario de Comunicaciones y Transportes Ruiz Esparza, así como la corrupción que la ciudadanía le imputa a él y al gobierno por el derrumbe del Paso Exprés, es el nuevo motivo de irritación generalizada. Pero falta lo peor. Falta revisar el catálogo de obras pendientes para evaluar el desastre administrativo y la perniciosa herencia que legará este gobierno.
Con motivo de la Casa Blanca, se canceló la licitación del tren México-Querétaro debido a evidentes favoritismos políticos. La decisión significó reponer a la empresa china que había ganado la licitación los millonarios gastos incurridos y haber lastimado seriamente la relación bilateral con China. Dinero a la basura.
Otro tren rápido se construye lento. El que iría de México a Toluca se anuncia como terminado cuando se sabe que no será imposible que se concluya antes de 2018. La alteración del proyecto original, por los problemas de derecho de vía y la afectación de miles de propietarios por donde pasaría el tren, harán imposible que el proyecto termine a tiempo como presume el gobierno. Recién se colapsaron dos enormes trabes como advertencia de lo que podría seguir. Apenas ayer ejidatarios se inconformaron con el Presidente por el “mal rato” que les hace pasar Ruiz Esparza.
Si eso no fuera suficiente hay decenas de proyectos detenidos, modificados, alterados por problemas que debieron haberse previsto. Como ejemplo están el Ramal Tula, un gasoducto que lleva dos años de atraso en su construcción. Nadie sabe cuando iniciara su operación. Otro: el emblemático Ramones II Sur , donde tubería e industria esperan la llegada del gas natural. El combustible no se puede explotar por la ineficiencia y evidente corrupción. La reforma energética igual a una tomada de pelo.
El proyectado aeropuerto de la Ciudad de México que se construye en el peor sitio que pudo haberse seleccionado, según la opinión de expertos, mostrará uno de las más graves dislates de un gobierno que no ata ni desata. La preocupación ciudadana es, una vez concluida la obra si es que esto llega a suceder, por el riesgo de que un avión caiga a otro socavón, sea despegando o en el aterrizaje. La idea era mover a México no morderlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario