domingo, 2 de julio de 2017

Kador, el vendedor del Pegasus


El vendedor de Pegasus, un hombre alto y calvo, de origen checo, se apersonó en la oficina de su jefe, en las lomas de Haifa, Israel, para reportar el problema que había surgido con el gobierno de México.

Paul Kador (su nombre es ese, excepto por tres letras, que han sido modificadas, por seguridad —de la autora de la crónica, no del vendedor), tomó asiento en la oficina.

—¿Pagaron? —le preguntó el capitán Sharón, desde atrás de su escritorio. (Este apellido sí es totalmente falso, pero no la conversación).

—Pagaron a tiempo y bien, capitán.

—¿Manejan bien el Pegasus?

—Aprendieron y son buenos operadores.


De hecho, gracias al sistema de espionaje, el gobierno mexicano había aprehendido a varios capos del narcotráfico y a varios ex gobernadores prófugos, culpables de robos billonarios a la Nación.

—Magnífico —dijo el capitán Sharón.

Además, se habían interceptado a 2 yihadistas que entraron a territorio mexicano, y se les había apresado y entregado a la Justicia norteamericana.

—Otra vez, magnífico —dijo Sharón.
—¿Entonces, cuál es el problema?

—Delinquen.

—¿Aquellos a quiénes espía el gobierno?

—No. El gobierno delinque, igual o más que los delincuentes.

—Cuéntame.

—Del presidente hasta al último operador, pasando por los legisladores, todos roban.

—¿Roban? —no se inmutó Sharón.

—Roban —repitió Kador. —Roban al erario y comercian con la Justicia. Tienen un dicho: político pobre, pobre político. Algo así. El caso es que la política es el gran negocio del país.

—Ajá —dijo el capitán. —Sígueme contando.

—Luego, para encubrir los robos, mienten. Luego, crean instituciones de mentiras para encubrir las mentiras. Luego, se pelean horriblemente porque sus instituciones son de mentiras y nada pueden resolver, y porque los funcionarios de las instituciones de a mentiras, a su vez roban.

—Un gobierno bandido —no se inmutó tampoco a esas alturas del informe Sharón.

Después de todo habían vendido el mismo sistema de espionaje a Turquía y a Colombia, países igual de bandoleros.

—Y espían a los periodistas y a las organizaciones no gubernamentales: esa es la novedad que vengo a reportar.

Sharón lo pensó.

—No es nuestro problema —dijo.

Y asintió. Igual sucedía en Colombia y Turquía. Países donde el mayor crimen contra el Estado es publicar la verdad sobre el Estado.

Los interrumpió una llamada en el celular del capitán. Salió del despacho para tomarla.

Cuando regresó, venía demudado y con una historia venenosa que contar.

—La esposa del Primer Ministro va a ser llevada a juicio —dijo.

—Adonai —dijo Kador.

O sea: Dios mío.

—Por el asunto de las botellas de vino —asintió Kador.

Resulta que la señora Sara Netanyau, durante años había reunido las botellas de vino vacías de las recepciones oficiales en la casa del Primer Ministro de Israel, y las había mandado a vender, con el chofer oficial.

Hasta ahí su conducta era ejemplar: reciclar botellas de vidrio.

Pero los pagos por las botellas vacías se los había quedado Sarita. Había juntado así cerca de 24 mil shekels. Es decir, cerca de 124 mil pesos mexicanos. Un robo a la Nación con el que compró un Volkswagen usado para su hijo.

—Insufrible —dijo Kador.

—Peor: ilegal —dijo Sharón. —Israel entero está en llamas por la indignación. Los jueces están considerando enviarla a la cárcel.

—Merecido —dijo Kador. —A la Nación no se lo roba. La Nación es sagrada.

—Pero volvamos a México —pidió el capitán Sharón. —¿Por qué nos importa a nosotros las consecuencias del Pegasus?

—Ahora el gobierno quiere comprarnos un sistema para envenenar las redes sociales.

Tampoco era raro. Los equipos para llenar de mentiras las redes eran muy populares con los gobiernos bandoleros, que temen a la verdad sobre todas las cosas.

—Les ofrecí el Elohim —dijo Kador.

—Muy bien. Sólo confirma que los cheques no reboten. Con los gobiernos bandoleros, nunca se sabe. ¿Quieres un vaso de agua con hielo?

—Por favor.

El Capitán fue al pasillo y ahí al congelador. Un armatoste de acero inoxidable. Lo destapó. Puso dos cubos de hielo en cada uno de dos vasos. Sirvió el agua de una jarra en los vasos. Y pensó en Sarita, la esposa del Primer Ministro.

—Mierda —murmuró en hebreo. —Robarle a la Nación el importe de botellas vacías de vino. Imperdonable.

Gracias al cielo Israel tenía un sistema de Justicia —jueces y policías que vigilaban a los poderosos y los responsabilizaban de sus posibles abusos—.

Al regresar a la oficina con un vaso de agua en cada mano lo preguntó:

—¿Y por qué los ciudadanos mexicanos no paran al país, hasta que se imponga un Sistema de Justicia decente?

Kador lo pensó.

Largamente. A Paul Kador, que me contó la historia.

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