Martha Anaya
El apoyo de dos gobernadores priistas es fundamental para Andrés Manuel López Obrador: el de Alejandro Moreno Cárdenas (Campeche) y el de Alejandro Murat Hinojosa (Oaxaca).
En el caso del campechano, por el proyecto del Tren Maya; y en el del oaxaqueño, por el del Corredor en el Istmo de Tehuantepec.
Y con los dos mandatarios estatales, el Presidente se ha afanado en llevar una buena relación.
De Alito bastante se ha escrito. No sólo por formar parte del equipo de gobernadores del sureste (zona de querencia de Andrés Manuel) y el ya citado Tren Maya; sino por la posibilidad de que se convierta en el próximo dirigente del PRI con la bendición del hombre de Palacio Nacional.
En el caso de Murat, aún y cuando también ha recibido un trato privilegiado por parte de López Obrador, digamos que le ha costado un poco de más trabajo.
En una de las primeras visitas de AMLO a Oaxaca, el 21 de diciembre pasado los abucheos al gobernador frente al Presidente fueron de antología.
Aún y cuando el tabasqueño pidió respeto para Murat y al día siguiente desayunó en privado con él, lo cierto es que no le fue nada bien al oaxaqueño entonces, aún y cuando se trataba de apoyar el Plan para los Pueblos Indígenas.
A mediados de enero, el hijo de José Murat llegó hasta el despacho presidencial en la capital mexicana. Lo dio a conocer él mismo en un tuit. Su reunión, escribió, fue para “fortalecer el trabajo que se realiza en el estado de Oaxaca y el sureste de México”.
Ayer, durante la estancia de López Obrador en Juchitán, las cosas pintaron mejor para el gobernador de Oaxaca.
Con decir que a la hora de la prueba de fuego, en su discurso ante AMLO e invitados —si bien hubo rechifla del respetable—, logró controlar solito las protestas. Se ayudó de un buen sistema: arrancó su intervención con elogios para Andrés Manuel y flores para las mujeres juchitecas y las costumbres de la tierra que pisaban.
Algo más que abonó a mostrar una mejor disposición hacia Murat (y a los priistas del sexenio pasado), fue la manera —suavecita— en que Román Meyer abordó el tema de la corrupción y de los incumplimientos del gobierno anterior.
El titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano apenas se refirió a ello así: “Mientras que las cifras de la administración pasada nos decían que había un avance en la ejecución de los recursos para la reconstrucción de 90 por ciento, la realidad en Juchitán, como en el resto del estado, es otra”.
Nada que enardeciera a los presentes.
En cuanto al Presidente de la República, ningún reclamo directo. Al contrario, insistencia en dejar los pleitos atrás; y en distintos momentos —como la entrega de tarjetas— dio su lugar al mandatario estatal, para finalmente despedirse de la concurrencia levantándole el brazo al propio Murat.
***
GEMAS: Obsequio de AMLO: “A ver, que levanten la mano los que estén a favor del proyecto del Istmo…”.
El apoyo de dos gobernadores priistas es fundamental para Andrés Manuel López Obrador: el de Alejandro Moreno Cárdenas (Campeche) y el de Alejandro Murat Hinojosa (Oaxaca).
En el caso del campechano, por el proyecto del Tren Maya; y en el del oaxaqueño, por el del Corredor en el Istmo de Tehuantepec.
Y con los dos mandatarios estatales, el Presidente se ha afanado en llevar una buena relación.
De Alito bastante se ha escrito. No sólo por formar parte del equipo de gobernadores del sureste (zona de querencia de Andrés Manuel) y el ya citado Tren Maya; sino por la posibilidad de que se convierta en el próximo dirigente del PRI con la bendición del hombre de Palacio Nacional.
En el caso de Murat, aún y cuando también ha recibido un trato privilegiado por parte de López Obrador, digamos que le ha costado un poco de más trabajo.
En una de las primeras visitas de AMLO a Oaxaca, el 21 de diciembre pasado los abucheos al gobernador frente al Presidente fueron de antología.
Aún y cuando el tabasqueño pidió respeto para Murat y al día siguiente desayunó en privado con él, lo cierto es que no le fue nada bien al oaxaqueño entonces, aún y cuando se trataba de apoyar el Plan para los Pueblos Indígenas.
A mediados de enero, el hijo de José Murat llegó hasta el despacho presidencial en la capital mexicana. Lo dio a conocer él mismo en un tuit. Su reunión, escribió, fue para “fortalecer el trabajo que se realiza en el estado de Oaxaca y el sureste de México”.
Ayer, durante la estancia de López Obrador en Juchitán, las cosas pintaron mejor para el gobernador de Oaxaca.
Con decir que a la hora de la prueba de fuego, en su discurso ante AMLO e invitados —si bien hubo rechifla del respetable—, logró controlar solito las protestas. Se ayudó de un buen sistema: arrancó su intervención con elogios para Andrés Manuel y flores para las mujeres juchitecas y las costumbres de la tierra que pisaban.
Algo más que abonó a mostrar una mejor disposición hacia Murat (y a los priistas del sexenio pasado), fue la manera —suavecita— en que Román Meyer abordó el tema de la corrupción y de los incumplimientos del gobierno anterior.
El titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano apenas se refirió a ello así: “Mientras que las cifras de la administración pasada nos decían que había un avance en la ejecución de los recursos para la reconstrucción de 90 por ciento, la realidad en Juchitán, como en el resto del estado, es otra”.
Nada que enardeciera a los presentes.
En cuanto al Presidente de la República, ningún reclamo directo. Al contrario, insistencia en dejar los pleitos atrás; y en distintos momentos —como la entrega de tarjetas— dio su lugar al mandatario estatal, para finalmente despedirse de la concurrencia levantándole el brazo al propio Murat.
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GEMAS: Obsequio de AMLO: “A ver, que levanten la mano los que estén a favor del proyecto del Istmo…”.
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