Salvador García Soto
Aunque afuera se niega, adentro, en el círculo más íntimo de José Antonio Meade se reconoce una situación de emergencia ante el estancamiento evidente que registran todas las encuestas recientes. El propio precandidato del PRI ha dicho que fue un “enero desastroso” en su precampaña por la Presidencia. Y sus más cercanos asesores, junto a los políticos en su familia, expresan en privado molestia e indignación por dos situaciones que ven como causa del “escaso crecimiento”: desorden y desorganización entre sus coordinadores de campaña —algunos con “excesivo protagonismo” y agendas personales paralelas que ayudan al candidato— y demasiados cambios, ocurrencias y variaciones en una estrategia que “aprieta e incomoda” a Meade, al grado de presentarlo como un personaje soso y gris, lejos de su verdadera personalidad.
Un encumbrado asesor del precandidato ha comentado incluso que, en ese círculo personal y familiar del candidato, hay la percepción de que algunos personajes no están cumpliendo la función que se les asignó en la campaña y “parecen actuar más movidos por proyectos o intereses personales” que para posicionar la candidatura de Meade Kuribreña. Mencionó dos nombres, el del coordinador Aurelio Nuño, quien parece tener “agenda propia” con sus constantes apariciones en medios y entrevistas, y al dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa, quien “trabaja sus propios objetivos”.
“Lo han tenido aislado, maniatado, forzándolo en un esquema que no lo deja ser como es él realmente. Demasiados intereses personales en juego entre algunos que asisten al cuarto de guerra que no van orientados al crecimiento del precandidato”, sostiene el experimentado político. En el cuarto de guerra de Meade participan Aurelio Nuño, José Murat, Eruviel Ávila, Alejandra Sota y Vanessa Rubio.
En los últimos días el precandidato pidió “ajustes urgentes” a la estrategia y al discurso y cambió hasta su forma de vestir formal por atuendos en mangas de camisa, con los que dice sentirse más cómodo. El problema es que al precandidato del PRI-PVEM-Panal le quedan sólo tres días de precampaña y a partir del domingo 11 de febrero entrará en receso obligado hasta el 31 de marzo, lapso sin actividades ni expresiones públicas ni actos de proselitismo.
¿Qué va a hacer José Antonio Meade en ese mes y medio de silencio obligado para recomponer las cosas y dar un golpe de timón en una campaña que él mismo reconoce como errática y que no ha logrado ni posicionarlo como el “candidato ciudadano” que atraiga votos de la sociedad civil, pero tampoco como el abanderado de un PRI que sigue receloso, dividido y confrontado y que no termina de volcarse en apoyo de su candidato, haciendo peligrar el necesario voto duro sin el cual no hay la más mínima posibilidad de éxito en la campaña?
Una opción que se ha comentado en el círculo de más confianza de Meade es esperar a pasar la “aduana” obligada del 18 de febrero, fecha en la que dejará de ser precandidato y será proclamado candidato oficial a la Presidencia de la República y se solicitará su registro ante el Instituto Nacional Electoral. Una vez afianzado en la candidatura —que hoy sienten endeble e incierta por los grupos de interés que lo presionan— el ya candidato Meade Kuribreña “podría decidir algunos cambios y ajustes en su equipo de campaña”, dice el asesor mencionado, de tal modo que se eliminen “protagonismos, traiciones y agendas paralelas” y se tenga, tanto en el cuartel de campaña como en el partido a gente que realmente trabaje para el proyecto del candidato.
¿Podrá Meade dar ese golpe de timón, asumir un liderazgo real que hoy no tiene de su campaña y sacudirse a personajes y grupos que no le ayudaron a crecer estos dos meses? No se ve fácil, pero si no lo hace y da un manotazo que lo haga ver como líder dentro y fuera del PRI, la tan anunciada derrota será cuestión de tiempo.
NOTAS INDISCRETAS… La declaración de Justin Trudeau a favor de “incrementar salarios de los trabajadores en México” anticipa un frente común de Estados Unidos y Canadá para presionar a la delegación mexicana sobre los bajos salarios en México en la séptima y última ronda del TLCAN este mes. Ayer, en la Universidad de Chicago, el primer ministro canadiense dijo durante su gira por Estados Unidos que “si logramos aumentar los estándares laborales en México entonces hay menos incentivo para que las empresas se muden ahí por los salarios extremadamente bajos. Al mismo tiempo las compañías que están ahí (en México) con salarios más altos producirán una base de consumidores que hará un mejor papel para que puedan de hecho comprar más productos de Canadá y Estados Unidos. Y creará un crecimiento económico ahí (en México)”. ¿Qué harán ante esa presión neoliberales y tecnócratas que manejan la política económica mexicana y que por décadas han mantenido bajos los salarios por un supuesto miedo a la inflación? Se baten los dados. Serpiente y descendemos.
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