Salvador García Soto
Detrás del bizarro incidente de espionaje denunciado por Ricardo Anaya en su contra en Veracruz, queda la extraña sensación de que todo ha venido a menos en la política de este país. Porque si las acusaciones de un candidato presidencial que se siente “espiado por el gobierno” fueran tan delicadas, por la forma en que se presentaron los hechos y la posterior avalancha de aclaraciones y dimes y diretes entre los protagonistas de este caso, pareciera que estamos ante una rara comedia de enredos en la que el espiado le juega al héroe, el espiador afirma que tenía permiso para espiar, y el espía se presenta amablemente ante su objetivo con nombre y apellido.
Es como si estuviéramos ante una película de James Bond tropicalizado en la que los espías son personas amables y respetuosas, que no tienen problema para revelar su identidad cuando se ven descubiertos. Y en donde, en lugar del mítico agente británico, el candidato conocido como el chico maravilla, nos diera una muestra más —grabada por él mismo en video— de su valor y gallardía al encarar temerariamente a un sujeto desconocido que lo seguía en la carretera, justo en uno de los estados que padece más violencia y asesinatos del crimen organizado como es Veracruz.
Y como remate de tan bizarra trama aparece el nuevo secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, que con reduccionismo perfectamente toluqueño, pretende dar como explicación que “no se trataba de un espionaje, sino de un seguimiento que se realiza a todas las candidaturas por razones de seguridad”. Luego el mismo funcionario, tratando de explicar lo inexplicable, afirma que fue la oficina del Cisen en Veracruz la que realizó el “seguimiento” y que éste fue acordado con el gobierno del panista Miguel Angel Yunes, por lo que, afirma Navarrete, “el equipo de Anaya sí sabía sobre el seguimiento del Cisen”.
El incidente, con toda su bizarrez, queda como testimonio de que, aunque las áreas de inteligencia federales ya no son lo que fueron —nada que ver los educados y amables espías del Cisen con los matones y torturadores de la DFS—, aún persisten prácticas de espionaje gubernamental en el gobierno de Peña Nieto, ahora con tecnologías sofisticadas como el famoso virus “Pegasus”.
Lo que sí abre el episodio, bautizado jocosamente en las redes sociales como una más de “Las aventuras del Chico Maravilla” justo después de mostrar su agilidad escalando una torre metálica, es el tema de la seguridad obligada que deben tener los candidatos durante sus recorridos por el país, en el contexto de inseguridad y violencia del crimen organizado en la mayor parte del país. La pregunta es a quién se va a encargar esa seguridad, pues también esto sirve para recordar que en las últimas campañas presidenciales, sobre todo después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, varios candidatos ya no confían en la seguridad del Estado Mayor Presidencial o de algún otro cuerpo federal, no sólo porque se sienten vigilados o espiados, sino porque, lamentablemente, los guardias presidenciales no pudieron o no quisieron cuidar al que en 1994 ya se veía como virtual presidente.
NOTAS INDISCRETAS… Sorpresa causó en el PRD el amago de Guadalupe Acosta, de irse con Morena. Y no porque sea el primer perredista que salta del barco, sino porque en las cúpulas del sol azteca dicen que no es verdad que el jefe Galileo se sienta atraído por la fuerza gravitacional de López Obrador. En realidad, dice un ex dirigente perredista, Guadalupe está “chantajeando y amenazando” porque quiere la candidatura del Frente al Senado por Nayarit, y su mensaje es: “si no me la dan, me voy”. No la tiene fácil Acosta, primero porque esa candidatura la tiene el gobernador panista nayarita, Antonio Echevarría, y segundo, porque si decide irse a Morena, con algunos Galileos que lo seguirían, nada le garantiza que habrá candidatura para él de aquel lado, donde las nominaciones parecen definidas y Andrés Manuel ha dicho que “ya no hay cargos para quienes lleguen”. ¿Se irá don Guadalupe a costa de lo que sea?.. Voceros del gobernador Manuel Velasco se comunicaron para decir que la conversación de Whatsapp con Alejandra Lagunes “no es de él” y aseguraron que “el gobernador no usa el servicio de mensajería de Whatsapp ni tiene cuenta”. Sobre Lagunes dijeron que “la conoce y tiene con ella un trato cortés, pero nunca hablan y menos por mensajería”. Hasta ahí la aclaración del mandatario. La fuente que proporcionó la captura de pantalla insiste: la conversación es real, el tono coloquial de los dos personajes habla de su relación cercana y es cierto, el gobernador no usa cuenta personal de Whatsapp, “pero para esas conversaciones usa cuentas de colaboradores”. La cuenta de la señora Lagunes sí es real, fue verificada y el diálogo existió. Si Velasco afirma que él no participó en ese chat, entonces debió ser otro político cuya esposa se llama Anahí… Los dados repiten Serpiente. Falla el tiro.
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