Cuauhtémoc Blas
El sindicalismo nació para defender los elementales derechos de los trabajadores; contra la explotación del trabajo infantil y para la reducción de las excesivas horas de trabajo en la Gran Bretaña, donde inició el desarrollo de la industria. De 18, 14 horas de trabajo se fueron reduciendo a menos horas cada vez más.
La inhumana explotación de la llamada acumulación originaria de capital, tuvo su dique en las heroicas luchas sindicales. Pero no sólo fue un beneficio para los trabajadores, con la reducción de la jornada de trabajo y al prescindir de mano de obra, los señores de la industria se vieron precisados a realizar innovaciones e inventos que sustituyeran a esa fuerza laboral, surgieron nuevas máquinas y sistemas de producción modernos.
De ahí el papel doblemente revolucionario del sindicalismo, de manera que no fue poca su aportación a la primera revolución industrial del siglo XVIII. Pasó a nuestras tierras este concepto, claro, después de la sangrienta dictadura de Porfirio Díaz, que como toda dictadura que se respete ahogaba cualquier movimiento de lucha.
El buen sindicalismo
Fue después de la Revolución Mexicana que el sindicalismo inició propiamente en el país, reforzado en los años 30 del siglo pasado con la política de masas de Lázaro Cárdenas. Entonces nace la CTM en 1936, con Lombardo Toledano. De otra manera, el sindicalismo mexicano de esa ápoca ayudaba a avanzar, aquí al mejor gobierno que hayamos tenido, el de Lázaro Cárdenas, que es cuando avanza el crecimiento de la incipiente industria nacional.
Empero, pronto ese sindicalismo se convirtió en un obstáculo no sólo para el bienestar de sus agremiados sino para el desarrollo del país. El cacicazgo de Fidel Velázquez en la CTM, fue pilar de la “dictadura perfecta del PRI”, con sus adláteres en el sindicato de PEMEX, donde medra Romero Deschamps.
Sindicalismo pernicioso consentido por el gobierno
Ese poder pernicioso del sindicalismo mexicano lo padecemos también en Oaxaca con el sindicato de maestros y su sección 22. No sólo en nada impulsan el desarrollo de las fuerzas productivas sino hunden cada día más la débil economía de un Oaxaca que coadyuvan a tener atrasado, cultural y económicamente.
Ese sindicalismo oaxaqueño ha “evolucionado” hacia una situación quizá única en el mundo, que ocupa el lugar del patrón y es quien manda y toma las decisiones en el sistema educativo estatal (IEEPO), lo que pronto fue imitado por otros sindicatos que tienen igualmente en un puño al patrón: IMSS y Secretaría de Salud de Oaxaca. Claro, la puerta del poder se las abrió el mismo patrón-gobierno.
Es del dominio público, sobre todo en el IEEPO y en Salud, el exceso de empleados. En el primero, a pesar de los desplantes de arreglos de los enviados de la SEP en Oaxaca, que se acaban de marchar, nunca se metieron con los miles de “aviadores” (se ha calculado en 20 mil) que persisten ahí. Predominó la simulación y el sindicato-patrón está a un paso de retomar todo el control, pues ahora menos se meterán con la S22. Es claro que para el gobierno del estado, arreglar lo educativo es abdicar de su autoridad al entregar el IEEPO de nuevo a la 22 y así cada quien se lleve su parte alegremente, como en los buenos tiempos pasados.
“Aviadores” para llevar la fiesta en paz
En la Secretaría de Salud sucede algo similar. Sin embargo, en ambas dependencias eso pudo pasar con la autorización del gobierno. Para que los funcionarios puedan beneficiarse, comparten con los grupos sindicales un poco de ese pastel y así llevar la “fiesta en paz”.
No por nada Tenorio Vasconcelos, el ex secretario de Salud reciente, está en la cárcel por excederse; Martín Vásquez Villanueva, el secretario de Salud de Ulises, estuvo cerca de lo mismo con las investigaciones de la PGR, pero ahí si cumplieron sus pactos de impunidad; y así hasta épocas pasadas con María de las Nieves Fernández y las del hoy de nuevo, por tercera ocasión, Secretario de Salud, Juan Díaz Pimentel.
Es urgente sanear esas nóminas pletóricas de “aviadores”, de los que incluye el sindicato y de los que dejan los funcionarios, tanto en Salud como en el IEEPO. Que se acaben los costosos pactos de impunidad entre líderes sindicales y funcionarios. Pero para ello, es preciso una estrategia de gobierno sensata, inteligente, que pueda ser sostenida por un gobierno pulcro. Algo remoto.
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