Carlos Urdiales.
Pepe emergió de José Antonio. El probo, el eficaz servidor público, abogado, doctor en economía y cinco veces secretario de Estado, se está transformando en fresco candidato, ciudadano, sobre las siglas del partido más rancio de México. En una semana, el exsecretario de Hacienda, José Antonio Meade, se revela y disfraza al PRI.
Cuando el Presidente jugaba a pistas y despistados, restó importancia a las encuestas sobre nivel de conocimiento, confiaba que con un lanzamiento adecuado alguien poco conocido, crecería rápidamente. Peña Nieto acertó, el destape fue un envión tal, que hizo a Meade competitivo antes de ser candidato.
Por encima de los añejos ritos priistas, un José Antonio (en lo sucesivo, Pepe Meade) fresco, bien adoctrinado y puesto en modo “competencia”, transita su metamorfosis con maneras notables.
En una tras otra de las entrevistas, Pepe Meade denota aptitud, llama a las cosas por su nombre, no ataca mejor exhibe, habla racionalmente, sin histrionismo que lo muestre lejano o soberbio; sonríe, disimula la carga implícita que hay en una mudanza no planeada, una elección que lo sacó de su órbita técnica, rica en estadísticas, mediciones y fórmulas; para llevarlo a una dimensión política desconocida, con variables volátiles y cálculos inciertos. A Meade se le escucha y se le mira bien, supera las estimaciones.
En su discurso, Meade capitaliza su condición de “simpatizante” partidista y fortalece al PRI, revela la apertura del tricolor a gobernar con la sociedad a través de ciudadanos; desnuda, más lo que ellos mismos hacen, al mal llamado Frente Ciudadano de Anaya & Barrales, igual al cacicazgo familiar de López Obrador, y más relevante, abre el horizonte de un gobierno de coalición, amalgama posible desde el PRI con Meade.
Lo que viene para Pepe Meade no depende de lo que haga o deje de hacer, primera prueba de fuego para quien acostumbra planear, medir y controlar; lo que sigue para que un PRI, a veces folclórico, a veces mafioso, lo haga suyo, será la mediación en las demás candidaturas, gubernaturas, Congreso y principales municipios.
En la medida que el viejo PRI equilibre, compense, la “pérdida” de la presidencial para su militancia, será que sus largos brazos trabajen para Pepe, sólo así podrán garantizar su llamado, voto duro, el mayor de cuanto partido hay y entonces sí, buscar y sumar apoyos externos, individuales, independientes y colectivos que, potencialmente, pueden ser varios, comenzando con panistas seguidos por núcleos empresariales repelentes a los proyectos superfluos de Alfonso Romo y Morena, aprobados a mano alzada.
El próximo domingo, José Antonio concluirá su metamorfosis oficial y será presentado por el PRI como su precandidato a la presidencia. Contará para entonces con apoyos significativos, no gratuitos; líderes como Manlio Fabio Beltrones, deberán hallar, en el proyecto de Pepe Meade, estímulos para explotar su ADN político, de supervivencia, de trascendencia.
La metamorfosis de Pepe Meade detona otras mutaciones y eso, suma, pesa, cuenta.
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