Leo Zuckermann
Nadie, por supuesto, quiere imaginar eso. Lo entiendo, pero le pido que haga este ejercicio por unos minutos. Aterrador, sin duda. Desde luego que no se lo deseo ni a usted ni a nadie.
Señor Presidente, le pido que se imagine, por un momento, una cosa horrible. Que el miércoles pasado, en lugar de que Juan Mena López y Juan Mena Romerohubieran caído en un socavón al circular por una carretera en Cuernavaca recientemente inaugurada, hubiera sido su esposa y una de sus hijas. Nadie, por supuesto, quiere imaginar eso. Lo entiendo, pero le pido que haga este ejercicio por unos minutos con el fin de hacerle unas preguntas. Imagínese el automóvil de Angélica Rivera y Paulina Peña cayendo en un inmenso y profundo hoyo, quedando enterradas en el fondo, sofocándose por más de noventa minutos y finalmente muriendo de asfixia. Aterrador, sin duda. Desde luego que no se lo deseo ni a usted ni a nadie. Pero una vez imaginado, me gustaría preguntarle:
1. En medio de la tristeza por haber perdido a su esposa e hija, ¿qué le parecería el tuit que envió el secretario de Comunicaciones y Transportes informando del rescate del vehículo Jetta y, luego, lamentando el fallecimiento de los dos ocupantes? ¿Suficiente? ¿Bien redactado? ¿Profesional?
2. ¿Qué pensaría de Gerardo Ruiz Esparza quien, cuando se inauguró la obra, frente a usted, Presidente, garantizó que la autopista duraría 40 años en buenas condiciones por sus especificaciones y materiales utilizados? ¿Una maravilla de 14 kilómetros construidos con concreto hidráulico y 10 kilómetros de drenaje? ¿Una maravilla que tardó sólo tres meses en colapsarse y se llevó, en un suspiro, a dos de sus seres queridos?
3. ¿Qué decir de la explicación de que el socavón se abrió por lluvias atípicas y la acumulación de basura? ¿Acaso no lo previeron los ingenieros y constructores, a pesar de que la obra costó más del doble de lo presupuestado? ¿Dos mil 213 millones de pesos por 14 kilómetros de una carretera mal construida?
4. Como familiar de las víctimas, ¿se sentiría satisfecho con la promesa de Ruiz Esparza de solicitarle al Colegio de Ingenieros un peritaje independiente para determinar responsabilidades en la construcción de la obra aunado a una auditoría del propio gobierno, a través de la Secretaría de la Función Pública, para revisar las responsabilidades de los funcionarios involucrados?
5. ¿Alcanza que el gobierno federal haya cesado, de inmediato, al delegado de la SCT en Morelos?
6. ¿Qué pensaría al enterarse que el ingeniero José Luis Alarcón envió una carta el 30 de junio a la SCT de Morelos alertando sobre el posible colapso del muro de contención del Paso Exprés Cuernavaca o que vecinos del lugar ya habían reportado otro socavón a un lado de la autopista y ni la SCT ni el municipio ni el gobierno de Morelos hayan atendido dichos reportes? ¿O que Protección Civil, la Comisión de Derechos Humanos y el presidente municipal de Cuernavaca hayan advertido de diversos riesgos en la construcción y operación de una obra inaugurada con bombo y platillo?
7. ¿Y qué decir del rescate, Presidente? ¿No le causaría dolor y coraje saber que el auto de su esposa e hija cayeron al pozo a las 5:30 de la mañana y las labores de rescate se iniciaron hasta las 11:00? ¿Que estuvieron enterradas vivas, ahogándose, por casi dos horas hasta fenecer por asfixia?
8. ¿Le satisfaría la promesa de Ruiz Esparza de entregarle una indemnización por un millón de pesos por cada uno de los miembros de su familia que perdieron la vida, para, según el secretario, compensarlos por “el mal rato que pasaron”?
Tomando en cuenta que quienes murieron fueron dos ciudadanos comunes y corrientes, un padre e hijo que se dirigían a su trabajo, sé, señor Presidente, lo que usted piensa sobre el accidente ocurrido la semana pasada en Cuernavaca. Nos ha solicitado no hacer “juicios adelantados”. No ha cesado de su cargo al responsable político último de la obra fallida, el secretario de Comunicaciones y Transportes. Lo que le pregunto, con todo respeto, es si su reacción hubiera sido la misma si los enterrados en vida hubieran sido su esposa e hija. Si contesta que “sí”, sólo quedaría reconocerle su congruencia. Pero si tiene alguna diferencia en sus respuestas al imaginarse que las víctimas hubieran sido dos de sus seres queridos, pues ahí sí que tenemos un problema, porque usted, como jefe de Estado, debe valorar igual la vida de todos y cada uno de los ciudadanos. Dos simples Juanes o Angélica Rivera y Paulina Peña merecen el mismo trato cuando mueren por culpa de la negligencia de las autoridades del Estado que usted encabeza.
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