Juan Bustillos
Recuerdo a Santiago Oñate reír a mandíbula batiente al relatar la mentada de madre telefónica que le recetó Guillermo Ortiz por permitir al grupo de César Augusto Santiago la fabricación de los candados priístas que cerraron, temporalmente, a los “tecnócratas” (principalmente economistas sin militancia partidista, como Ernesto Zedillo) el camino a la Presidencia.
Hoy ocurre lo mismo, pero al revés: Con o sin anuencia del Presidente Peña Nieto, la desesperación parece haberse instalado en el PRI, a grado tal que estaría dispuesto a perder la identidad con tal de no ser botado de Los Pinos en 2018.
Es decir, sin precandidatos que arrollen como Enrique Peña Nieto (o al menos puedan competir con alguna posibilidad de éxito ante Andrés Manuel López Obrador), y ante la inviabilidad de una alianza anti natura con el PAN, el PRI modificaría, una vez más, sus estatutos, pero esta vez para hacer de lado la militancia partidista y estar en condiciones de postular a un “candidato ciudadano” que viva en congruencia con su declaración de principios, que, básicamente, dice lo mismo que las del resto de los partidos políticos.
Apenas 10 días atrás, en entrevista con René Delgado, el ex líder nacional priísta, Manlio Fabio Beltrones, advirtió de la tentación de quienes pretenden caminar sobre la identidad partidaria y se declaró por no quitar más candados, ni crear otros.
Pero he aquí que lo que sólo era un “documento de trabajo” que presagia la pérdida de identidad partidaria se volvió público gracias a la revelación del colega Salvador García Soto.
Se suponía que el documento era de circulación restringida, pero, ahora, Enrique Ochoa Reza ya puso su mirada sobre la secretaria general del PRI, Claudia Ruiz Massieu, y el secretario técnico del Consejo Político Nacional, Ernesto Gándara Camou, y sus respectivos entornos, los únicos que supuestamente tendrían en su poder la propuesta del nuevo estatuto redactado a la medida de José Antonio Meade.
¿Por qué la filtración?
¿Para convertir en situación de hecho la postulación del secretario de Hacienda (un “candidato ciudadano” que ejerza sus derechos cívicos políticos electorales”, como dispone la declaración de Principios y Programas de Acción del PRI) o para abortarla e impedir así la “pérdida de identidad” partidaria?
El documento es auténtico y permite hablar de una especie de trama itamita, es decir, la embestida del ejército de salvación del ITAM (los tecnócratas de hoy) contra el “viejo” PRI, que sobrevivió a los 12 años de panismo.
Cuando se enroló en el gobierno de Felipe Calderón sin afiliarse al PAN, Meade no imaginó que, con el tiempo, su condición de político sin partido lo convertiría en la manzana de la discordia en el PRI.
A las claras se nota que la redacción del “documento de trabajo” tiene dedicatoria al Secretario de Hacienda, ligado políticamente a su antecesor, Luis Videgaray, pero también al líder nacional, Enrique Ochoa Reza.
Dicho de otra manera, la aniquilación del requisito de ser miembro del PRI para ser su candidato presidencial convertiría a Meade, al final de la segunda quincena de agosto próximo, en virtual candidato presidencial.
Digamos que en el entorno del Presidente Peña Nieto sólo a él se le puede considerar “ciudadano simpatizante” con “nivel de competitividad”, pero también con “prestigio, fama pública…”.
El resto de aspirantes son puros representantes del “viejo PRI”, incluidos Aurelio Nuño (iniciado en política con Enrique Jackson), Enrique de la Madrid (hijo de don Miguel, el ex Presidente) y, desde luego, el doctor José Narro. De Miguel Osorio Chong, Eruviel Ávila y Manlio Fabio Beltrones, ni hablar.
De hecho, de ser encuadrado como militante del “viejo” PRI no se salva ni el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, que ya fue diputado, coordinador de la campaña estatal de Eruviel y de la presidencial de Peña Nieto.
No obstante, el verdadero problema de Meade no son los viejos priístas, sino los “estudios demoscópicos”, porque ahí sí el secretario de Hacienda anda en los niveles de la economía nacional, su responsabilidad principal.
No olvidemos, sin embargo, que el Presidente Peña Nieto dijo que hasta con el uno por ciento de popularidad se puede aspirar.
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