Hector de Mauleón
En noviembre de 2004, el actual delegado de Morena en Tláhuac, Rigoberto Salgado, presentó su renuncia como director de Seguridad Pública en esa demarcación. Llevaba un mes sin presentarse en sus oficinas. Según una nota publicada en esos días por EL UNIVERSAL, “trabajadores y gente de la delegación” aseguraban que Salgado se había escondido “por temor a ser capturado”.
El propietario de una gasera, Enrique Medrano, había interpuesto una denuncia penal en contra del funcionario por el delito de amenazas.
La entonces delegada de Tláhuac, Fátima Mena, decía que Salgado “sólo estaba de vacaciones”. De pronto se supo que el vacacionista había presentado su renuncia. No volvió a saberse de él durante los tres meses siguientes.
En ese tiempo la delegación Tláhuac era sacudida por repetidos escándalos de corrupción. El antecesor de Fátima Mena en el cargo, el ex delegado Francisco Martínez Rojo, se hallaba prófugo de la justicia: se le acusaba de haber cometido un fraude por 29 millones de pesos en el pago de materiales de construcción que nunca fue entregado.
La procuraduría acusaba a Martínez Rojo de haber realizado negocios turbios con el empresario argentino Carlos Ahumada.
A dicha acusación se sumó la de Enrique Medrano, el propietario de la gasera, quien acusó a Martínez Rojo de haberle exigido un millón de pesos para que su negocio pudiera seguir funcionando.
Medrano denunció a varios miembros del equipo de Martínez Rojo por extorsión. Según él, en cuanto hizo esta denuncia fue amenazado de muerte por parte de uno de los integrantes del equipo: Rigoberto Salgado.
Fue entonces cuando Martínez Rojo fue aprehendido y llevado al reclusorio, y fue entonces cuando el hoy delegado “se fue de vacaciones”.
Reapareció en 2005, convertido en secretario particular de Fátima Mena. La jefa delegacional aseguró que la denuncia por amenazas que obraba en contra del secretario no había sido ratificada: nada impedía su vuelta al servicio público.
Cuando Salgado volvió como secretario particular, el director de Participación Ciudadana en Tláhuac era Raymundo Martínez Vite.
Ambos hicieron carrera en Tláhuac.
En ese tiempo eran perredistas. Martínez Vite quiso ser diputado por el PRD, “no le dieron la oportunidad”, según declaró en una entrevista, y entonces descubrió que “el PRD carece de principios, no tiene una formación de izquierda”, y se pasó a Morena.
Salgado, por su parte, había intentado llegar a la jefatura delegacional en dos ocasiones. No logró superar las contiendas internas. A finales de 2015 descubrió que el PRD “está del lado de la élite, no de las causas del pueblo” y también se pasó a Morena.
Hoy Salgado es jefe delegacional y Martínez Vite diputado en la Asamblea Legislativa.
Salgado convirtió a uno de sus hermanos, Ricardo, en una especie de operador “externo” —no forma parte de la estructura delegacional—, y le encomendó atender demandas vecinales relacionadas con la inseguridad, así como lo relacionado con los negocios informales. En la agenda de Ricardo se encuentran, por ejemplo, los mototaxis, una clientela que genera recursos que no son fiscalizados.
Ayer se dio a conocer que el diputado Martínez Vite es propietario de mil 500 de estos vehículos. Según el periódico La Crónica, el legislador ha sido señalado “como prestanombres de su amigo Rigoberto Salgado”. En todo caso comenzó a formar su propia flotilla desde 2001.
Como legislador, Martínez Vite ha denunciado cientos de veces que “los habitantes de Tláhuac se encuentran sujetos a un acoso permanente por parte de numerosos grupos gangsteriles”; ha asegurado que “existen colonias enteras que se encuentran en poder de bandas delincuenciales”.
Como operador “externo”, el hermano del delegado obtuvo reportes de los asesinatos y las desapariciones que han ocurrido en Tláhuac de 2015 a la fecha (Excélsior dio cuenta de una reunión que Salgado sostuvo con comités vecinales para tratar el tema el 23 de agosto de 2016).
Hoy se sabe que Tláhuac está en poder de una de las organizaciones criminales más poderosas de la Ciudad; se sabe que a partir de los mototaxis, el líder de esa organización tendió una red de halconeo y narcomenudeo que abarcó la delegación entera.
Salgado dijo que desconocía que ese grupo delictivo operara en Tláhuac. Dijo también que no podía especificar “con qué grupo están relacionados los mototaxistas”.
Hoy sabemos que, al igual que hace 13 años, lo primero que le pasó por la cabeza fue huir. Tal vez quiso hacerlo porque pensó que se iba a descubrir que Tláhuac lleva años en poder de un mismo grupo político: el que lo trajo a este desastre.
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