Cuando hablamos sobre el porfiriato, la tradición nos dice que es una historia de explotación, de niveles de desigualdad parecidos a los del México colonial, caracterizada por la figura del peón encasillado, los jornales que apenas llegan a los niveles de subsistencia y una élite política y económica que extraía tanto como le era posible. El trabajo sobre la historia económica de México en este periodo y durante la revolución mexicana es extenso desde lo regional hasta lo nacional.
Quizá el trabajo más completo para estimar los niveles de desigualdad a través de la historia de la economía mexicana es el de Bleynat, Challu y Segal (2017)1 en el que se documenta cómo cambiaron los niveles de subsistencia de la población, primero creciendo durante una buena parte del porfiriato y después cayendo rápidamente a lo largo de los últimos años de la dictadura. Cuando la revolución estalló, el salario de los trabajadores en promedio apenas se encontraba ligeramente arriba de la subsistencia.
Ilustración: Augusto Mora |
Si usamos diferentes medidas de desigualdad en el periodo, las estaturas (López-Alonso y Vélez-Grajales, 2017)3 o los salarios reales y niveles de subsistencia, la historia de de explotación del porfiriato se confirma; no obstante, aún no conocemos la evolución de la desigualdad al interior de los distintos grupos sociales en la sociedad mexicana del periodo. La falta de datos y la baja confianza en algunos de los disponibles hace esta tarea muy complicada, pero quizá podemos llegar a un estimado razonable si empleamos una herramienta muy útil para estudiar desigualdad, las tablas sociales.
Construyendo una serie de tablas sociales para 1895 y para 1910 podemos darnos una idea de quiénes fueron los ganadores y perdedores de la primera globalización en México y cómo los niveles de explotación presentes pudieron afectar de forma específica a algunos grupos, transformándose en un incentivo para la revuelta.
De acuerdo a estos resultados, en 1895 el índice de Gini para la economía mexicana sería de poco más de .318 con una tasa de extracción de 84 por ciento, muy elevada pero en línea con los niveles que se observan en muchas economías agrarias. Para 1910 el panorama empeora, un índice de Gini de .439 y una tasa de extracción del 102 por ciento. Aproximadamente, el 20 por ciento de la población controlaba el 60 por ciento del ingreso nacional y el restante 80 por ciento de la población el 40 por ciento del ingreso.
Los grandes ganadores fueron los terratenientes que vieron sus ingresos triplicarse en el periodo y con ello impulsaron el crecimiento del ingreso per cápita sin que la mayor parte de la población se beneficiara. Los grandes perdedores fueron los campesinos que, además de despojos de tierra y explotación, vieron sus ya por de sí bajos ingresos diluirse con el periodo de inflación en la última década del porfiriato.
Estos resultados son preliminares y no deben considerarse como valores puntuales sino como aproximaciones a los niveles de desigualdad presentes que están sujetos a revisión; no obstante, confirman lo que Bleynat et al (2017) muestran con la evolución de los salarios reales.
Estos estimados no son más que un pretexto para hacer preguntas sobre la desigualdad en México. ¿Por qué es importante esta discusión sobre la evolución de largo plazo de la desigualdad en México? México es un país que de forma continua en su historia ha sostenido niveles elevados de desigualdad y éstos están vinculados con otra gran gama de fenómenos sociales que ocurren en el país: violencia, falta de acceso a servicios públicos o la permanente falta de movilidad social.
Si podemos entender cuáles son los mecanismos que han impulsado la desigualdad en las distintas épocas de nuestra historia, y qué ha funcionado y que no ha funcionado para disminuirla entonces con seguridad podremos atender mejor los problemas de desigualdad que tenemos hoy. La Revolución mexicana fue un suceso de extraordinaria relevancia histórica en el país que disminuyó la desigualdad a través de la violencia y marcó el desarrollo del país por décadas.
Como comenta Scheidel (2017)4 no podemos afirmar que la desigualdad estuviera detrás de alguna revolución, las sociedades parecen tener gran capacidad de tolerar elevados niveles de desigualdad por mucho tiempo, tal es el caso de México en gran parte de su historia. Sin embargo, sí son capaces de disminuir de forma muy veloz y a un enorme costo humano y material.
A los 108 años del comienzo de la Revolución mexicana y 101 años de la constitución que ésta produjo, nos caería bien pensar en la larga evolución de la economía mexicana. Para que verdaderamente se modernice y tener una sociedad más justa y más igualitaria tenemos que reconocer todo lo que nos hemos equivocado durante los últimos 12, 30, 100 años. México hoy es una economía muchas veces más rica y, sin embargo, aún podemos encontrar muchos paralelos entre los ganadores y perdedores de la globalización de cada época y la falta de políticas para corregirlo.
Nexos
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