Mientras era deportada por autoridades mexicanas hacia El Salvador, "Emilia" pensaba que si los pandilleros la reconocían en su ciudad la iban a matar.
Ella, su esposo y seis de sus hijos cruzaron la frontera hacia México la noche del 4 de noviembre de 2016, huyendo del acoso de "Las Maras".
Para entonces ya le habían matado a dos hijos y a un hermano. En 2009, su primogénito fue asesinado a los 17 años, como venganza porque la empresa de autobuses para la que trabajaba como cobrador no había pagado un "impuesto" a la pandilla.
La historia se repitió en 2014, con su segundo hijo, que a los 24 años también trabajaba como cobrador, y fue víctima de un atentado.
Uno de sus hermanos intentó convencerla de que huyeran hacia México. Ocho días después, en julio de 2016, fue asesinado por una pandilla que pensó que estaba trabajando para un grupo rival.
"Emilia" y su esposo se armaron de valor y huyeron de noche hacia Tapachula, Chiapas, junto con sus tres hijos y tres hijas que le sobrevivían. La mayor, que se había salvado de un ataque, estaba embarazada y dio a luz dos días después del cruce.
Cuando iba a ver a su nieta al hospital, "Emilia" fue detenida por agentes de migración. Por más que lloró y aguantó burlas y maltratos en la estación migratoria, fue deportada el 12 de noviembre.
"Iba con un temor en el camión, decía 'me van a ver y me conocen, pues me van a matar'", recuerda "Emilia".
"Cerca de donde nos deja el camión de migración ahí están los puntos clave de ellos (los pandilleros) y pues yo me preocupé mucho. Iba pensando que por lo menos mis hijos estaban en otra parte".
Apenas llegó a la ciudad de San Salvador, "Emilia" emprendió de nuevo la huida hacia México. Logró reunirse con su familia en Chiapas.
Los nueve dormían en una habitación del mismo hotel donde comenzó a trabajar. Fue personal de ese negocio y no las autoridades migratorias quienes le hablaron de que podría acudir a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR).
En abril del año pasado la familia de "Emilia" recibió la protección internacional en México y en julio le entregaron sus documentos oficiales. Ahora vive en Baja California.
"Aquí me siento más segura, me siento libre, mis hijos están estudiando y no están angustiados, no los tengo que cuidar a la hora de la entrada o salida de la escuela. Me siento contenta. Salgo del trabajo y nadie sigue mis pasos. Allá (en El Salvador) sí, los pandilleros me seguían", comenta en entrevista telefónica.
"A veces ya no quisiera recordar el pasado porque ha sido duro y aquí estoy empezando a ver a mis hijos que sonríen, ya no dicen como antes, 'mataron a mi hermano, mataron a mi tío', recordaban a cada momento eso, pero aquí ya juegan, están olvidando algunas cosas".
"Emilia" se sabe afortunada, porque no es la única que sale huyendo de su país, por eso pide que las autoridades mexicanas investiguen primero los casos antes de hacer una deportación.
"El mensaje es que investiguen bien, porque a mí no me creían. Mucha gente viene huyendo de la delincuencia, porque está muy duro allá, en nuestro país", dice.
César Martínez/REFORMA
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