viernes, 1 de diciembre de 2017

El primer gran populista…


En Cuba surgió en 1945 uno de los primeros y de los más grandes políticos populistas demagogos de América Latina. Se llamó Eduardo Chibás, uno de los primeros políticos del mundo que empleó la radio como instrumento de campaña y de agitación de las masas.

Rodeado siempre de una multitud de devotos admiradores, el eslogan político de Chibás era “Vergüenza contra dinero”. Atacaba fervorosamente la corrupción y hacía acusaciones personales a sus adversarios.

A pesar de su fuerte personalidad, su arraigo entre el pueblo y su carisma radiofónico, la vena de irracionalidad que había en aquel gran populista se fue agudizando con la edad.

Instigaba a las multitudes contra las instituciones, y sus discursos tenían cada vez más de la histeria que de la genialidad oratoria, pero siempre insistiendo en la necesidad de una revolución, de playas para el pueblo y de acabar con la corrupción. El historiador inglés Hugh Thomas lo describió como “un extrovertido espectacular de neurótica persistencia”.

Existían en la democracia cubana, por supuesto, corrupción administrativa y desconfianza en las instituciones, pero estos defectos eran de quienes la ejercían, no eran de la democracia cubana, ni como idea ni como sistema. Por eso, Chibás fue el gran sembrador de desconfianza y de sospecha en la democracia cubana, con sus gestos populistas y demagogos, que arrastraban multitudes.

Chibás era un hombre honesto, pero como un francotirador y crítico sistemático del sistema, preparó psicológicamente al pueblo cubano para la aceptación del fin de la vida democrática que se había edificado desde 1902. El verbo fanático de Chibás convenció a los cubanos de que sus instituciones democráticas no servían para nada, porque únicamente eran una cueva de Alí Babá llena de ladrones.

Como reafirmación del desajuste de su personalidad, Chibás se suicidó espectacularmente el 5 de agosto de 1951, de un disparo en el estómago, al finalizar un programa radial, en el que no pudo presentar pruebas de corrupción contra un ministro. Sin embargo, ya había hecho el daño: su “neurótica persistencia” consiguió destruir la vida política cubana y una joven democracia ya había realizado ocho elecciones presidenciales.

Chibás lo logró a costa de acabar con su propia vida y de destruir al partido político que había creado con amigos y familiares para llegar a la presidencia. Después de su muerte, Cuba se sumió en el caos: se sucedieron el golpe de Estado militar de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952 y la implantación de la dictadura de Fidel Castro, a quien le sobrevive en el poder su hermano Raúl.

El populismo de Chibás hubiese hundido a Cuba como la hundió el de Fidel Castro, y como hundió el de Hugo Chávez a Venezuela. Porque el populismo se ceba también en los pueblos que olvidan y se acomodan.

Fragmento de la participación del autor en la presentación de su libro Los nómadas de la noche. Cuba después de Castro, que comentarán los escritores José Woldenberg y Julio Patán hoy a las 18:30 horas en la FIL.

REFORMA


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