Javier Solórzano Zinser.
Muchas de las Universidades Públicas viven entre sus 4 paredes y de ahí no salen; acaban por ser ajenas a la vida comunitaria a la que pertenecen.
Las universidades adquieren sentido y razón de ser en la medida en que tienen que ver con su entorno, independientemente del cumplimiento de sus funciones básicas de docencia, investigación y difusión de la cultura.
Las universidades son el eje de la transformación de la sociedad a través del conocimiento, y son el espacio en que se pueden desarrollar procesos de movilización social y económica, de quienes egresan de ellas.
Las familias apuestan a que sus hijos accedan a la universidad, en muchos casos de la mano de grandes sacrificios económicos y sociales, para que puedan ser parte de nuevos procesos en la sociedad y sobre todo que sean sujetos de nuevos estatus económicos y de vida.
Quienes dirigen las universidades y los gobiernos no deben perder de vista lo que significan para las familias. En la medida en que las universidades sean por convicción transparentes y abiertas, serán representativas y estarán integradas a las comunidades a las que pertenecen.
Las universidades se mueven bajo su propia dinámica y su autonomía. A su interior se decide su dinámica, lo que les da su definición. Una comunidad universitaria distante y apática produce instituciones acríticas.
Si en las universidades no se alienta y desarrolla la crítica, se pierde una de sus grandes esencias, lo que a menudo produce que sean dirigidas por pequeños grupos, los cuales se enquistan y hacen y deshacen a su antojo a la institución. El marasmo en el que algunas universidades viven y se desarrollan es ocasión para que se presenten hechos de corrupción.
La denuncia de que varias universidades públicas están relacionadas con hechos de este tipo, particularmente en el uso discrecional de dinero como lo dio a conocer Mexicanos contra la Corrupción en la Estafa Maestra, muestra todos los vicios posibles que en los últimos años se han producido.
Se manejan los dineros de los presupuestos de manera discrecional, se van creando conflictos internos y externos, los cuales no se sabe si son serios o parte de la lucha por el poder que igual incluyen aspiraciones a gubernaturas.
No hay duda de que las universidades deben recibir mayores y mejores presupuestos, pero también deben entender que deben dar cuenta a la sociedad de lo que hacen y gastan.
Son autónomas para el desarrollo y diseño del proceso de enseñanza-aprendizaje e investigación, y son el ente esperanzador y de conciencia de una sociedad a la cual pertenecen, se deben y tienen que dar cuentas.
RESQUICIOS.
• En 1987 conversamos largamente en su casa de Moscú con quien fuera el portero histórico de la Unión Soviética, hoy Rusia, Lev Yashin, la Araña Negra. Vivía en una especie de multifamiliar en un sexto piso en las afueras de la ciudad.
• Yashin nos recibió junto con su esposa en un jardín cercano a su casa. Amable, avejentado, risueño y sin una pierna debido a una larga enfermedad; se sorprendió por nuestra visita; “creí que ya nadie se acordaba de mi”, nos dijo de entrada. Yashin se sabía olvidado y lo único que para él y su mujer tenía sentido eran sus recuerdos.
• Su pequeño departamento estaba muy lejos de lo que este hombre significó para muchos aficionados soviéticos y del mundo futbolero, y por el gran desconsiderado uso político que el poder gubernamental hizo de su persona.
• Yashin era un portero excepcional. Era una auténtica figura del fútbol mundial, representó a su país en 5 mundiales, incluyendo México 70 en el cual fue suplente.
• Rusia por fin decidió recordarlo. Lo hace a través de un atractivo cartel para promocionar al Mundial del año que entra, tarde pero por fin.
• No todos los grandes héroes deportivos, los nuevos dioses, terminan su vida en función de lo que fueron, hicieron y significaron para las sociedades.
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