Jorge Magariño
Dejamos un pedacito de nuestro corazón aquí en Juchitán, dice, y de sus ojos asoman dos lagrimones, no los limpia, los deja correr por su rostro enrojecido, quemado por el sol de cuatro días, cuatro días de andar por las secciones del pueblo, ayudando, removiendo escombro, exponiéndose para entrar a viviendas o comercios a punto del colapso.
Dios es grande, agrega César Alberto Narváez Jarquín, coordinador de los Topos en Oaxaca, y segundo en el equipo de Héctor Méndez Rosales, el coordinador nacional de esta agrupación de voluntarios nacida en 1985, a raíz del terremoto que sacudió a la Ciudad de México, en donde él participó en las labores de rescate. Y Relata:
“Nadie nos recibió ni nos atendió, pero no hace falta, nuestro trabajo nace por la voluntad de servir a nuestros hermanos en desgracia. No, tampoco nos ofrecieron alimento alguno. Más bien ahí en casas humildes nos daban café con pan: la gente más humilde, la que menos tiene, es la que más da.
“La brigada de Oaxaca es de quince elementos, pero vinieron también Topos de Coahuila, Nuevo León, Nayarit, Guerrero, Querétaro, Michoacán, Guanajuato y la Ciudad de México, llegamos el sábado nueve, pero antes, el viernes ocho, ya estaban aquí compañeros de Tuxtepec y Veracruz. En total estuvimos sesenta elementos”.
Nos vamos decepcionados de las autoridades, están lucrando con la desgracia –dice- al tiempo que baja la mirada para observar cómo el resto del grupo termina de desarmar las tiendas de campaña en las que durmieron algunas horas, en estos cuatro días de dura brega, de recibir incluso el rechazo de quienes debieran agradecer el apoyo ofrecido.
“Una funcionaria estatal nos escribió, “agradecemos su asistencia, pero no es necesario”. Tengo guardado su mensaje por watts. Hoy por la mañana fui al palacio por unos papeles, me recibió la secretaria particular de la presidenta, obtuve el documento y ya. Pero no hace falta que nos agradezcan ni nada. Parece que la presidenta fue a recibir a Peña Nieto y al Gobernador que llegaron para ir a Xadani.”
“Sí, aquí dormimos, bajo este techo del Instituto de Cultura Zapoteca. Gracias por la amabilidad. Nos vamos muy contentos de haber servido a esta gente noble de Juchitán”. De nuevo la mirada vaga, perdida en quién sabe cuáles recuerdos, cuáles desastres anteriores, en Tabasco, en Guerrero.
Recuerda cómo en Tabasco, “a los dos días de la inundación estaban ya las lonas, las carpas, para proteger a la gente, y aquí nada. Gracias a Dios no llovió. Los funcionarios andan más preocupados por la foto que por resolver los problemas causados por el sismo, la falta de agua, de víveres”.
Nos vamos, remata, pero de una cosa estoy seguro, de que Juchitán se va a levantar, la fuerza de su sangre zapoteca los va a levantar.
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