Luis Cárdenas
Insisto, Raúl Cervantes es uno de los mejores juristas en este país, podría tener credenciales suficientes para ser fiscal general de la Nación, su militancia priísta pudiera haberlo hecho transitar, de forma quizá muy complicada, de no haber sido porque el mismo PRI terminó por quemarlo en la palestra.
La guerra de machos que vivimos durante los últimos días y que ha terminado por secuestrar la Cámara de Diputados, poniendo, incluso, en un impasse la discusión del presupuesto de 2018, ha cobrado su daño colateral en el que quizá era el perfil favorito de la actual élite gubernamental para convertirse en uno de los hombres más poderosos del país por los próximos nueve años.
Si bien la estrategia de Ricardo Anaya fue la primera que puso su nombre en el objetivo de ataque, la defensa empleada por sus correligionarios de partido terminó por hundirlo al utilizar un discurso que sonaba, de todas todas, a una cosa de imposición.
¿No hubiese sido mejor responder a Anaya desde el principio cómo respondió Miguel Ángel Osorio Chong el martes?, ¿no era mejor usar el guante blanco de la iniciativa de Peña Nieto contra el pase automático que caer ante el discurso belicoso de que Cervantes iba porque iba?, ¿no era mejor esperar, negociar la iniciativa del Presidente y luego, entonces sí, impulsar a Cervantes?, ¿no terminaron haciéndole la tarea a Ricardo Anaya en su búsqueda por la candidatura presidencial?
Cervantes, reacio a los medios de comunicación, ha tenido logros como procurador que ningún priísta cantó: logró extraditar al Chapo en una maniobra jurídica que dejó a su propio abogado sorprendido; mediante la Agencia de Investigación Criminal, en cooperación con la Interpol, lograron detener a Javier Duarte y a Roberto Borge; además de que mediante procesos legales en materia de lavado de dinero recuperaron cientos de millones de pesos en propiedades que se adquirieron mediante desvíos de Veracruz.
Y también ha tenido oscuros, como el caso de Odebrecht, que se sigue manejando de forma por demás sibilina en comparación con otros países donde estalló el escándalo.
Pero de eso no se habló, ganó la víscera, que terminó llevándose entre el juego de tronos a uno de los hombres más leales del sexenio.
Aunque, aún defendiéndolo, creo que su nombramiento era intransitable a menos que se apostara al suicidio político del gobierno peñista, para la opinión pública terminaría siendo el amigo del Presidente que se queda para cuidar intereses, quizá sea injusto, pero como en el Derecho: la opinión pública no necesariamente es justicia… el problema es que ni siquiera el intento se hizo.
Si no será Cervantes, viene la siguiente batalla, ¿entonces quién?
DE COLOFÓN.— Muchos círculos de académicos y juristas apoyan a José Ramón Cossío para el puesto, pero también ha levantado la mano un ex procurador que tuvo gran éxito en la Ciudad de México.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario