José Carreño Carrión
Aquellos días de guardar. Para el informe de la expropiación bancaria de 1982, el presidente López Portillo todavía encabezó una procesión en coche descubierto y un besamanos en Palacio. Pero de los días de guardar en que hasta aquella década se constituían las jornadas de informe presidencial, pasamos, a partir del último del presidente De la Madrid, a los herraderos en que una parte de la oposición convirtió la otrora sesión solemne del Congreso General. Siguió después un atisbo de diálogo Ejecutivo-Legislativo en que voceros de las bancadas juzgaban (con severidad) la gestión gubernamental frente a los miembros del gabinete, a partir del presidente Salinas, lo cual no impedía gritos ni pancartas durante la lectura.
Más tarde, dos presidentes del Congreso, Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Medina Plascencia, parecieron por un lado anunciar el inicio de una nueva época de contrapeso inteligente al Ejecutivo y por otro semejaron amagos de mociones de votos de censura al presidente Zedillo, a la manera de los regímenes parlamentarios. Empezaba la época de los gobiernos sin mayoría parlamentaria del partido del presidente. Pero en lugar de perfeccionar los cauces de diálogo, así fuera áspero, entre los poderes, vino el impedimento al presidente Fox de siquiera ingresar al recinto parlamentario a entregar su último informe. A partir de entonces se impuso la supresión de la comparecencia anual del Presidente en la sede del Legislativo.
Desde aquel tiempo sólo se envía por escrito el documento (con kilos de anexos) y los presidentes pronuncian su mensaje anual en Palacio Nacional —la sede del Ejecutivo— frente a las cabezas de los otros poderes —incluyendo legisladores de partidos de oposición— e invitados de los más diversos grupos sociales y medios de comunicación, como lo hizo el sábado el presidente Peña Nieto. A su vez, el Congreso discute el informe por su lado, con extemporáneas comparecencias de secretarios del gabinete del propio mandatario. Los legisladores prefieren escuchar a los subordinados del presidente que al presidente mismo.
Contrahechuras. Los cuestionadores de aquel llamado ‘día del presidente’ lograron lo contrario de lo que se proponían. Al alejar al presidente del encuentro que simbolizaba la rendición de cuentas al Legislativo, los legisladores suprimieron el simbolismo clave del ejercicio de sus propias funciones de fiscalización y vigilancia del Ejecutivo. Otro efecto pernicioso ocurrió en el campo de la comunicación política: la reducción del interés y las expectativas sociales en los informes, en las respuestas del Legislativo y en las reacciones de la sociedad.
En el pasado, familiares, amigos, miembros de grupos de interés, camaradas de luchas políticas y sociales se reunían para seguir los informes por radio y tele, en busca de señales. Por ejemplo, sobre la izquierda con la que decía identificarse el presidente López Mateos y sus diferendos con el empresariado en materia de libros de texto y Revolución Cubana. Los líderes del movimiento del 68 y sus simpatizantes nos congregábamos para descifrar las intenciones represivas que anunciaban los informes de Díaz Ordaz.
El púlpito presidencial. Aquellos informes y otros más ocupaban el centro de la agenda, alimentaban la conversación y detonaban el debate publico.
Es comprensible el temor a la restauración de aquel presidencialismo tan temido. Hay quienes lo añoran y quien se lo propone. Pero en los tiempos que corren importa consolidar en el centro de la agenda, sin la parafernalia de informes del pasado, un temario nacional básico. Frente a la escalada antimexicana de Trump urge afianzar en la conversación global la defensa de nuestros dreamers. En los términos propuestos en el mensaje del sábado, hay que detonar el debate sobre las alternativas comerciales y de inversión propuestas y puestas en un acto en China, y movilizar la opinión con los recursos de la Presidencia, que, como lo llamó un presidente estadounidense, sigue siendo un púlpito formidable.
Director general del Fondo de Cultura Económica
No hay comentarios.:
Publicar un comentario