Citlali Luciana
EMILIO MORALES PACHECO |
Los juchitecos han conformado grupos de autodefensa contra la delincuencia. El gobierno y las policías están ausentes.
Decenas de barricadas levantadas con escombros de las casas resguardan las bocacalles. Rondines, personas con palos y piedras forman el mecanismo de autoprotección adoptado en la Octava Sección de Juchitán.
Quienes lo perdieron todo en el sismo no están dispuestos a poner en riesgo la vida de sus familias. La advertencia es clara. “No vamos a permitir que nos roben, antes tendrían que pasar sobre nosotros”, afirma el hombre quien monta guardia sobre la calle de Pino Suárez, en el barrio Cheguigo.
La oscuridad se desploma en el lugar con la pesadumbre de un callejón a media luz, de una calle con edificios inclinados, endebles, con la herida de las casas desplomadas, con morillos partidos como palillos de dientes, una casa, tras otra, tras otra, imposibles de volver a habitar.
RUMORES ATIZAN EL MIEDO
Tras la segunda noche del sismo un altoparlante tensó más el contexto de miedo impregnado en Juchitán. A través de éste advertían que personas rondaban la zona con la intensión de saquear.
“Escuchamos por los altavoces que la gente se prepare. Tenemos miedo, temor de que se vengan para acá y nos roben lo poquito que nos queda. Primero dijeron que hay gente robando niños, luego de que son personas vestidas de militares y que vienen a ofrecer sus servicios para ayudar a demoler o arribar las cosas durante la noche”, explica uno de los habitantes del callejón Los Cocos, de la Octava Sección.
Desde el día del temblor, él y su familia hacen su vida en el patio de la casa donde sólo hay una cama, una mesa, algunas sillas y hamacas. Conciliar el sueño es imposible. “Al principio fue sálvense quien pueda, era individual”.
Juchitecos
$ 38.66
ingreso promedio al día
98 mil 43
habitantes en 2015
25 mil 184
viviendas
90%
de los hogares son de tipo familiar
98.57%
son viviendas unifamiliares
1 de cada 6
Inacción policíaca
En las calles, la noche cae como un velo que invita a los delincuentes. La tienda del barrio fue saqueada recientemente. Los llamados a la policía municipal fracasaron, nadie llegó.
“El vandalismo se está dando. En la calle que está atrás de nosotros se dio un robo. Alcanzamos a escuchar a los vecinos que habían pasado unas personas que venían en moto. Entraron y saquearon lo que quedaba de una tiendita. Ellos no tuvieron miedo de entrar y entraron. Al hacerlo uno, lo hicieron otros, antier en la segunda sección se dio una persecución y una balacera con una camioneta. Vean en las condiciones que quedaron las casas y hay gente que se atreve a venir a robar el televisor, la lavadora, el refri”, protesta Araceli, quien habita en el callejón.
Militares y policías están concentrados en la zona del tecnológico, la queja en las secciones habitacionales de Juchitán. FOTO: Emilio Morales |
Barricadas
El reloj marca las 22:30 horas. Tres hombres y varias mujeres resguardan el callejón. Levantaron barricadas con tabiques de una casa en donde fueron rescatados de los escombros Na (doña) Vicenta y Ta (don) Toño.
En las calles de aquél barrio, por lo menos en Cuauhtémoc, Pino Suárez e Ignacio López Rayón, hay decenas de éstas para impedir el paso de vehículos ajenos a los habitantes.
“Después del terremoto sufrido lo que nos golpea son los paisanos inconscientes que están llevando a cabo diferentes actos ilícitos. Nosotros nos hemos formado en diferentes barricadas. Los hombres estamos en las bocacalles armados con piedras y palos para defendernos ant cualquier agresión que surja”, explica Rubén Ramírez, quien fue designado portavoz de los colonos organizados para la autoprotección.
La ruta conduce al corazón del barrio Cheguigo, una zona herida, devastada, con fachadas de pie pero que con cada réplica se resquebrajan, se abren. Más adelante del callejón, otro grupo de personas ocupa la vía pública como dormitorio. Cuatro camas están tendidas y de frente sobre la batea de una camioneta la televisión encendida tratando de relajar el temor.
Los juchitecos viven a la intemperie ante la falta de garantías a su seguridad. FOTO: Emilio Morales |
En lo que fue una calle principal, hay por lo menos diez barricadas con montoncitos de personas con los ojos hundidos en el desvelo, la preocupación e incertidumbre que se incrementa con las sombras recorriendo las calles durante la noche.
Dualidad: un reto o el rencor
El sentimiento de quienes habitan en la zona no es generalizado, algunos lo tratan de canalizar como una prueba de vida, una segunda oportunidad, un nuevo nacimiento, otros manifiestan un profundo enojo, ofuscación.
Pocos son los que han podido regresar a su trabajo. En algunos casos los lugares en donde laboraban desaparecieron con el temblor, otros más no lo han hecho porque las condiciones de sus viviendas no se los permite. El dinero se agota en sus bolsillos.
Aquí se va a quedar mi hijo a cuidar tres horas, pero necesito que designen a otro varón para que se acompañen- solicita un vecino de la calle Cuauhtémoc. El hombre lleva los seis días sin dormir. Por ratos descansa, pero se mantiene alerta para cuidar a su familia que, tras el sismo, habita en la calle. Su hogar tendrá que ser demolido por las severas fallas estructurales. La contingencia podría durar meses.
- Tenemos dos de nuestros vecinos, ellos van a estar y nos vamos turnando- explica Araceli, quien junto con su esposo y otras personas ayudaron en los rescates de vecinos atrapadas en las casas aledañas.
Una construcción que apenas se puede mantener en pie, como los trastocados nervios de los istmeños. FOTO: Emilio Morales |
Abandono oficial
- No estamos seguros. ¿No hay manera de que pidan una patrulla? que se den una vuelta, ¡para eso está la Marina, están los soldados, están amontonados en el Tecnológico! tan siquiera un rondín, pero nada. Necesitamos la vigilancia. Ya hablamos pero no vienen- protesta alguien más.
- ¿Cómo se defenderían en caso de ser necesario?
- Pues sólo tenemos piedras, pero ¡¿qué podríamos hacer?! Piedras contra un arma que ellos traigan, simplemente hacer ruido.
- Si sigue la situación así también vamos a tener que buscar. Nos defenderemos y vamos a cómo nos toque.
Durante el día las barricadas se retiran, pero el temor parece estar tatuado sobre las fachadas del pueblo zapoteco.
Héroes anónimos
Araceli fue envuelta en una densa nube de polvo. Sintió ahogarse. El instinto la condujo hacia un tambo con almacenamiento de agua. Se enjugó la cara aún con la incertidumbre de saber lo que acababa de ocurrir.
Los minutos fueron eternidad. Corrió a la calle. Tras el rugido de las casas desplomándose el silencio reinó por unos segundos. “¡Ayúdennos, estamos vivos!”, aunque débil la voz rompió el aturdimiento. Araceli, su esposo y los vecinos más cercanos comenzaron acciones de rescate.
“¡Por favor, vean todo esto. Dios mío Ta Toño va a salir! Aquí se puede Ta Toño!”
En las calles -recuerda Araceli- era todo confusión, liberados ta Toño y na Vicenta, una pareja de ancianos a quienes el techo se les vino encima, ella y su esposo corrieron hacia Pino Suárez a ver a sus familiares.
Bajo una marquesina desplomada Rubén vio el cuerpo de una mujer. Corrió a auxiliarla pero el peso del sismo había arrancado la mitad de su cabeza. La otra habitant
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