La luna de miel del presidente de Estados Unidos con el resto del mundo ha terminado, escribe Nic Robertson.
Opinión
Comportamiento El presidente estadounidense Donald Trump ha demostrado al exterior que es todo menos predecible, señalan analistas. (Foto: Reuters) |
Nota del editor: Nic Robertson es editor de asuntos diplomáticos de CNN. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
A siete meses de que asumiera la presidencia, sus enemigos ya lo conocen y los amigos de Estados Unidos corren a refugiarse.
Los mítines improvisados y desconcertantes estilo campaña electoral de Trump, que acompañan a las ambiciones cuidadosamente redactadas de su presidencia, indican a gran parte del mundo que es un hombre que no puede controlarse… ya no digamos controlar al país al que lidera.
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, dijo a CNN en una plática sobre la estabilidad frente a la agresión rusa, que lo que los aliados de Estados Unidos en la OTAN necesitan en este momento es predictibilidad: "Mientras seamos fuertes, mientras seamos predecibles, podemos entablar un diálogo político con Rusia y tratar de evitar que las cosas lleguen a una nueva Guerra Fría".
Tras los terribles acontecimientos de Charlottesville, Virginia, Trump ha demostrado al exterior que es todo menos predecible. Sus interpretaciones públicas enormemente variables de los mítines violentos y antisemitas de los neonazis y los supremacistas blancos, así como de la remoción de estatuas de los confederados, han provocado que los líderes europeos manifiesten su desaprobación y su desconcierto.
Ha dejado atónitos a los observadores internacionales al comparar a los neonazis con los defensores de los derechos civiles un día y decir, al siguiente, que en el país no hay lugar para los racistas.
Una semana más tarde, parece que ni él ni su equipo en la Casa Blanca han aprendido nada porque cometió los mismos errores en un mitin estilo electoral en Arizona. Esta vez manifestó su apoyo a un exalguacil local, cuyas políticas de detención y cateo de latinos provocaron que se lo acusara de racismo (acusación que niega, lo que le parece suficiente a Trump) y que se lo procesara por desacato.
Para quienes miran desde fuera, parece que Trump está rechazando el sueño americano y favoreciendo algo mucho más siniestro. Peter Westmacott, exembajador de Reino Unido en Estados Unidos, publicó tuit en respuesta al mitin en Arizona: "Reminiscencias de la Alemania de 1933. Además, una invitación a los autócratas a que jueguen el mismo juego, con más peligro, sin los frenos y contrapesos de Estados Unidos. ¿Liderazgo?".
El Estados Unidos de Trump parece estar estropeado. Mientras amigos como Westmacott expresan sus temores, los enemigos de Estados Unidos se preparan para sacar el mayor provecho.
China respondió rápida y agudamente esta semana a la mayor incursión de Trump en política exterior desde que asumió la presidencia. Su muy cacareado plan para Afganistán debió haber marcado el momento en el que el mundo tomaría en serio a Trump.
Ay, el momento se echó a perder un poco porque fue demasiado pronto tras los acontecimientos de Charlottesville… y porque 24 horas más tarde, emprendió un ataque de 77 minutos en contra de sus enemigos. A nadie debería sorprenderle que haya terminado la espera de que Trump tenga sentido para sí y para su país.
En su discurso sobre Afganistán, Trump revirtió el curso y dijo que enviaría más soldados al atribulado país. También amenazó a Pakistán y dijo que tiene "mucho que ganar" si apoya a Estados Unidos y que tiene "mucho que perder si sigue refugiando a criminales y terroristas".
Antes de que Pakistán respondiera, China (cosa rara) salió en su defensa y señaló que el mundo necesitaba hacer más para reconocer la lucha de ese país contra el terrorismo.
Pakistán, que desde hace tiempo ha preferido tratar con China que con Estados Unidos, aprovechó la oportunidad para hacer eco de los comentarios de China y para refutar las afirmaciones de Trump.
"Ningún país ha hecho más que Pakistán para combatir la amenaza del terrorismo. Ningún país del mundo ha sufrido más el azote del terrorismo que Pakistán".
China ya está en desacuerdo con Trump; le irrita la posibilidad de una guerra comercial y le preocupan las tensiones crecientes entre Estados Unidos y Corea del Norte.
Aunque hace algunos meses los líderes del mundo se mostraron preocupados por la impredecibilidad de Trump y tenían cuidado de cómo respondían, se están dando cuenta de una de sus mayores debilidades: parece que es incapaz de concentrarse en cualquier tema durante el tiempo suficiente y, por lo tanto, es incapaz de avanzar en los proyectos que más le convienen a su país.
Bien podríamos estar entrando en una era sin restricciones en política exterior. Parece que todos asumen que si nadie en casa le dice al emperador que no trae ropa, los que miran desde afuera no están obligados a hacerlo.
Entre más habla, Trump deja más claro a sus adversarios que se niega a basar sus ideas en la realidad.
En Arizona, dijo a sus simpatizantes que Kim Jong Un le estaba haciendo caso. "Respeto el hecho de que creo que está empezando a respetarnos. Lo respeto mucho. Respeto ese hecho. Tal vez —tal vez no—, pero tal vez salga algo positivo de esto". No dio pruebas de cómo calibró el cambio súbito de Kim.
Por otro lado, a Kim le dio mucho gusto demostrar que estaba poniendo atención y respondió, al día siguiente, diciéndoles a sus ingenieros que incrementaran la producción de sus cohetes de combustible sólido más indetectables y peligrosos.
Como sabemos, Vladimir Putin, presidente de Rusia, miró a Trump a los ojos en la cumbre del G20 en Alemania, escuchó sus bravatas y siguió con su vida.
También los aliados han tenido mucho en qué pensar en las pasadas semanas.
Con el fracaso de los planes de Trump en cuanto a servicios de salud y sus represalias contra aliados como el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, y el senador John McCain (héroe de guerra republicano), los aliados de Estados Unidos saben lo que le espera a quien no cumple sus expectativas.
No sorprende que la primera ministra de Reino Unido, Theresa May (quien corrió a Washington unos días después de la toma de posesión de Trump para ser la primera líder mundial en reconocerlo, o al menos en estrechar su mano) ahora conserva su distancia.
En Alemania, en donde están a un mes de las elecciones, la canciller Angela Merkel está bajo el asedio de su principal oponente, quien afirma que se parece demasiado a Trump.
La situación mundial de Trump es tal que en la mayor economía de Europa (el cuarto de máquinas de su principal aliado comercial y patria de su abuelo) es un paria, un lastre político.
El atribulado primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se guardó —inusualmente— de hablar del error moral que Trump cometió al no censurar los coros antisemitas que se dejaron oír en Charlottesville. Pero no fue el caso del embajador de Trump en Israel, David Friedman, quien dijo a un reportero israelí que la respuesta de Trump "no estuvo bien".
Hasta a los amigos más cercanos les está costando cada vez más apoyar a Trump y su visión de Estados Unidos, lo que hace que nos preguntemos en dónde estarán esos amigos cuando Trump los necesite. Esa pregunta tal vez necesite respuesta más pronto de lo que Trump piensa en Naciones Unidas, en donde se enfrenta a la resistencia creciente de Rusia y de China a su política relativa a Corea del Norte.
La luna de miel en la que el mundo esperaba y anhelaba algo mejor (algo estable y predecible) ha terminado.
¿Qué mejor indicio puede haber de la evaporación de la flexibilidad mundial que el que un panel de la ONU haya emitido una "advertencia temprana" a Trump, exigiéndole que rechace la discriminación "categórica e incondicionalmente"? ¿Cuál será su reacción? ¿Le hará frente a la ONU (como le gusta hacer con aquellos a los que percibe como enemigos) y le exigirá que cierre sus oficinas centrales en Nueva York?
Nada les gustaría más a sus auténticos enemigos. Saben que Trump puede desatar el caos, pero cada vez parece más que se beneficiarían si lo hiciera.
Los líderes mundiales ya estudiaron silenciosamente a Trump y se dieron cuenta de que se queda corto en casi todos los aspectos. Es un lastre mundial… no un líder mundial.
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