Alejo Sanchez Cano/Financiero
Vaya reto que tiene el priismo con miras a la sucesión presidencial. El reciente fin de semana en el priismo afloraron desencuentros que, vistos a distancia, están totalmente fuera de lugar. Algunos cuadros se reunieron para velar armas contra su dirigente y los resultados obtenidos en las elecciones pasadas; la respuesta fue nada diplomática para quienes se atrevieron a alzar la voz, “son políticos de café”, les dijeron desde el CEN del PRI.
División y desencuentros hay en casi todas las fuerzas políticas que buscan participar en la elección del año próximo, pero aquí lo relevante es que ni dirigencia ni otros liderazgos del PRI están entrando en la lógica de la razón, porque para nadie es desconocido que el control y las decisiones del partido tienen nombre y apellido, y este se llama Enrique Peña Nieto, por lo que cualquier diferencia que al respecto se dé en torno al reto de la difícil decisión por nombrar un candidato, será irrelevante si ésta no cuenta con la bendición del primer priista del país.
Según se observa, en estos momentos sólo hay tres nombres en la óptica del presidente Peña: Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación; José Narro Robles, titular de Salud, y un externo, José Antonio Meade Kuribreña, responsable de la SHCP, nadie más, y al parecer alrededor de esos nombres se darán los debates y discusiones en la mesa de deliberaciones de la XXII Asamblea Nacional del partido en el gobierno.
Es cierto, falta mucho tiempo para la decisión presidencial, pero será en agosto cuando ésta se ponga a prueba con el priismo nacional reunido. Si se deciden modificar los estatutos que marcan una militancia de al menos diez años para el ungido, José Antonio Meade entrará de lleno a la terna, de lo contario será entre los apellidos de Nuño y Narro de donde seguramente se generará el humo blanco en señal de designación.
Por eso, cuando vemos que la dirigencia se esmera en presumir logros pírricos, o que otros grupos de priistas se reúnen para tratar de encartarse en la baraja de los posibles candidatos, sin lugar a duda son expresiones para corresponder a sus legítimas aspiraciones como militantes de un partido, sólo que es casi seguro que si a estas fechas no han recibido una señal de quien despacha en Los Pinos, pues seguramente están perdiendo el tiempo.
No hay duda que el reto de que el PRI nombre a su candidato será de alto grado de dificultad, pero en estos tiempos donde tal vez deberían concentrarse militantes, cuadros dirigentes y seguidores, y echar toda la carne al asador, se deben buscar fórmulas de atención a la necesidades de una ciudadanía que está harta de corruptelas en sus representantes de gobierno; en ver cómo le van a hacer para afrontar la inseguridad que vive el país; cómo llevarle más ingresos a los bolsillos de millones de familias; cómo generar empleos, y muchos otros como que tendrán que resolver mucho antes de querer ganar la elección presidencial de 2018. Ese es el verdadero reto en la búsqueda de ser protagonistas, lo demás son meras discusiones bizantinas y hasta suenan románticas.
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