Luis Cárdenas
Tardecito, a las 9:13 de la noche del 29 de Diciembre, al Secretario de Educación, Otto Granados, le ganó el coraje y de plano estalló en su Twitter: “¿Es posible debatir con un orate? ¿Y así sueña con ser una opción? Más allá de sus problemas de senilidad y salud mental, le faltan ideas, argumentos, razones, hechos, datos duros y verificables, y le sobra demagogia, falsedad e inmoralidad.”
Casi dos horas después, a las 10:59, cuando las redes se habían volcado para defender o atacar a Granados y el tren del mame se había vuelto imparable, decidió postear: “El orate me recuerda tanto la sabia admonición de Shakespeare cuando hace decir al Conde de Gloucester: ‘desgraciados los tiempos en que los locos llevan de la mano a los ciegos’. Por México, tengámoslo en cuenta en 2018.”
Otto Granados no es un político improvisado, fue gobernador de Aguascalientes y ha sido embajador en Chile en dos ocasiones además de contar con experiencias en puestos de alto nivel en comunicación gubernamental, ¿qué le pasó?, ¿se calentó el ambiente previo al brindis de fin de año?, ¿ganó la víscera sobre la diplomacia?
¡Enhorabuena por darnos cuenta que no hay sangre de atole en las venas de algunos políticos!, el mensaje de Granados nos habla de una clara preocupación ante el crecimiento desbordado de Andrés Manuel López Obrador y la posibilidad, grande, de que en caso de triunfar tire a la basura el trabajo logrado con la reforma educativa y regresemos al esquema de venta de plazas y chantajes de los sindicatos charros (que tampoco es que haya desaparecido del todo), se nota la desesperación en los tuits del secretario, la bandera que llama la guerra, el grito de auxilio ante el populismo rampante y… ese es el problema: se nota.
Sería aburridísimo el clásico mensaje institucional o, peor aún, el silencio inmenso que vivimos siempre con la negación enferma de las élites políticas que cierran los ojos a lo evidente, pero tildar de orate, loco y anciano a un candidato presidencial no parece una buena idea para un secretario de educación… ¿a poco no pensaban que algo iba a salir mal?
Otto Granados no es, hasta donde sé, un hombre que pierda los estribos con facilidad y sus mensajes, empero, me recuerdan a los tuits de Trump, que descalifican a priori al adversario y vuelven personal un tema de debate público y, aunque jocosos y chacoteros, sus comentarios le terminan restando a su causa.
¿No había una forma más inteligente de enfrentarse a un orate, como él llama al Peje, que la de un choque mediático?, hay algo que parecen no entender los opositores de Andrés Manuel y es justamente el asunto de la empatía no hacia lo que el adversario ES sino hacia lo que el adversario REPRESENTA.
Cuando alguien le llama orate a Andrés Manuel López Obrador también le está llamando orates a sus millones de seguidores y reafirmando su condición de víctimas sistémicas, de presas de la mafia del poder, lo peor es que tampoco se gana a nadie que estuviera en la indeterminación de seguir o no a AMLO, pues un mensaje de esas características desde una figura de Estado no crea sino una condición de desconfianza en la autoridad, más claro: los manotazos en la mesa no le sirven al grupo de poder en una elección presidencial, máxime si ese grupo tiene sus niveles de confianza por los suelos.
Ojalá comprendan, insisto, que la clave del 2018 se llama empatía, porque de rabietas ya estamos colmados.
DE COLOFÓN.— ¿Neta el vocero del PAN en Chihuahua le llamó a Miroslava Breach para pedirle fuentes de su investigación sobre los candidatos narcos y no harán nada más que chiflar en la loma?
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