Pablo Hiriart.
El jueves pudo ocurrir una tragedia de grandes proporciones, y no de origen natural como la que tuvimos, sino de orden político-criminal: un cohetón lanzado por miembros de la CNTE perforó un helicóptero en pleno vuelo, donde viajaba un grupo de reporteros y camarógrafos que cubría la gira presidencial.
La aeronave se llenó de humo y tuvo que aterrizar de emergencia debido a los efectos del proyectil lanzado por “los maestros democráticos” de Oaxaca.
Fue un atentado criminal y quedará impune porque la izquierda radical es intocable para la justicia y para los medios de comunicación.
En algunos periódicos apareció que la CNTE causó daños a un helicóptero oficial, como si el hecho de que la aeronave fuese propiedad del Estado mitigara la acción asesina de los integrantes de la Coordinadora. Así protestan los “compas”. Hay que aceptarlo.
¿Y los reporteros que iban adentro, qué?
Hay una tendencia en la izquierda militante a minimizar cualquier agresión que no se trate contra uno de los suyos.
La violencia criminal, por el motivo que sea, es condenable venga de donde venga.
Pero si quien ataca a matar es la CNTE, que se aguanten los reporteros, porque es “violencia buena”, parte “del proyecto” y adherentes del candidato presidencial que les prometió echar abajo la reforma educativa y poner en sus manos la conducción de la educación en México.
Ellos, de mientras, intentan echar abajo helicópteros. No importa, son aeronaves “oficiales” y ahí viajaba “la comitiva presidencial”.
Por eso en redes sociales, los “compas” que apoyan al “magisterio democrático”, justificaron que el proyectil impactó en un helicóptero pues viajaban “periodistas paleros” del gobierno.
¡Caramba! Son periodistas que en sus medios les asignan la fuente presidencial, como a otros les encargan las educativas, diplomáticas, Cámara de Diputados, etcétera.
Y aunque no hubiesen sido periodistas los que viajaban en ese helicóptero averiado por la CNTE, son personas, seres humanos. ¿Hasta dónde quieren llevar la violencia política?
Un puñado de criminales de la CNTE están enojados porque los maestros oaxaqueños ya se evaluaron y concursan por las plazas.
Están furiosos con Aurelio Nuño porque tuvo el valor de quitarles más de mil millones de pesos en aviadurías –sólo a la Sección 22.
El corresponsal de El Financiero en Oaxaca, Alonso Cruz, reportó sobre los hechos del jueves: “maestros, normalistas, porros y militantes de diversas organizaciones se enfrentaron a los policías y se reportaron al menos media docena de uniformados lesionados”.
Agrega Alonso Cruz que “en la rotonda de la glorieta Lázaro Cárdenas, los manifestantes interceptaron un camión de la empresa Bimbo y un tráiler cargado con huevos El Calvario, los cuales fueron incendiados. Los bomberos fueron corridos a pedradas cuando intentaban sofocar el fuego, mientras que muy cerca de ahí otro grupo de sujetos incendió un conjunto de camionetas oficiales que estaban resguardadas en un estacionamiento”.
O sea, que se amuele Oaxaca. Que sus casas se caigan por un temblor o un ventarrón. Que siga siendo el estado más pobre, con menor inversión y con mayor rezago educativo porque un grupo criminal lo tiene de rehén.
Y a los periodistas que van a cubrir un evento oficial a Oaxaca, que los maten. No importa, para qué van con Peña Nieto.
A ver, ¿dónde están los defensores de los derechos de los periodistas? Es que ellos defienden sólo a algunos comunicadores, no a los que son agredidos por los grupos de choque consentidos de su candidato presidencial.
El ataque a un helicóptero con reporteros y camarógrafos en Oaxaca pone en evidencia a algunos líderes de izquierda, a su candidato presidencial, que guardan silencio cuando la violencia asesina la cometen los suyos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario