sábado, 16 de septiembre de 2017

Entre la tragedia y el 'secuestro'





Jorge Ricardo

Santa María del Mar, Oaxaca (16 septiembre 2017).- "Estoy durmiendo en la oscuridad y siento el temblor y abrazo al niño, 'vamos para afuera', y afuera siento el mar que nace de la tierra y sube. Me estoy hundiendo hasta las rodillas, me está enterrando el mar y le digo, 'nene, nene, agárrate del pilar de un lado y yo del otro".

-¿Y no le dio miedo que se fuera a caer la casa?

"Pues sí me dio miedo, ¿pero qué voy a hacer? Si voy a correr para la arena, ¿a qué hora se va a abrir la tierra? Mejor le digo al niño: 'si ya está para morirnos, pues ya morimos. ¿Dónde más nos vamos a ir?".

Rufina Martínez Reyes, analfabeta de 63 años, aunque podrían ser 80, en esa oscuridad del fin del mundo le rezó a Dios. Le pidió por su nieto de 12 años, por su hija que vive separada y por su marido que murió hace años... y por ella, nada. A lo mejor un poquito por el pueblo, Santa María del Mar, a dos horas de Juchitán, pero casi incomunicado.

Hace ocho años, cuando iban a entrar las empresas eólicas a este pueblo de mil 500 personas y 500 casas sobre una barra de 2 kilómetros de ancho que divide al Lago Mayor del Golfo de Tehuantepec -que en realidad es el Océano Pacífico-, el Municipio de San Mateo del Mar invadió mil 300 hectáreas que reclamó como suyas.

Luego les cortó la electricidad, los cables que vendieron como fierro viejo, el agua potable y el camino terrestre. El único acceso, hasta para el Ejército, es por lancha hacia San Dionisio del Mar. Así los sorprendió el sismo de 8.2 grados, la noche del jueves 7, cuando el agua brotó desde los pies y subió hasta la cintura.

"Hay casas que se fueron para abajo", dice el representante municipal Matías González. "Hay señores que se iban para abajo, pero como van con su familia los jalaban y la gente pisaba y se iban para abajo".

Y retoma la señora Rufina: "Después, al otro día, está hablando la gente que va a venir el tsunami, va a venir tsunami, y toda la gente salieron, corrieron para San Dionisio. Quedamos ahí dos días".

El cielo es azul, el calor es de 40 grados, pero con humedad del viento. La belleza puede ser muy dolorosa. El sismo no causó ningún muerto aquí, sólo unas 200 casas cuarteadas o con el piso hundido las que están a la orilla del mar, pero hay un silencio fúnebre, sin nada de música en el ambiente, ni un televisor en las tiendas, sin agua embotellada en la mayor parte de ellas.

"En las tienda de Liconsa no hay nada, en las tiendas no hay totopo, por eso en Santa María la gente es triste; un rato contento y cuando entra la noche, otra vez triste. Estamos viviendo así, y no sé, así lo vamos a vivir porque no hay de otra forma, ya vamos para 9 años así. Por eso yo digo que aquí estamos secuestrados", afirma el representante municipal.

Los habitantes dicen que el día después del sismo, la Marina quiso entrar a entregar víveres, pero los de San Mateo lo impidieron. El siguiente intento fue el miércoles, pero fue hasta el jueves, siete días después del sismo, cuando el Gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, entregó algunas despensas.

La radio local celebra al Mandatario priista porque pudo convencer a los de San Mateo que se abriera el camino, pero habrá sido sólo para él, pues las cajas con despensa siguen cruzando en lancha de 30 pesos por persona y en el pueblo sigue la vida entre casas cuarteadas, la barda del templo caída, el piso del templo nuevo reventado, y los perros con sarna y garrapatas como aretes.

"Santa María está más grave que todas las agencias de Juchitán que tienen luz, que tienen caminos. Ellos pues nomás por el sismo están un poquito, ora sí que las casas derrumbadas, pero nosotros, las casas derrumbadas, y el sismo, y el conflicto que no salimos, y el mar que está cerca".

Matías González añade que desde enero han pedido al Gobierno de Juchitán un enramado donde puedan jugar los niños en la sombra. Y cada año es lo mismo.

"Si Juchitán dice 'ahí va tu obra', tienes obra. Si Juchitán dice que no, tres años pasan sin ninguna obra".

Hablaba el representante cuando se oyó el ruido de un helicóptero y luego de otro más. La plaza se llenó de gente. Matías González montó en su cuatrimoto. Niños, jóvenes y ancianos corrieron al lugar del descenso. La falda hermosísima de Rufina Martínez se agitaba con el viento, el sudor empapó su huipil.

Hubo un murmullo general cuando llegaron y una decepción general cuando nadie bajó ni una despensa. Bajaron, en cambio, psicólogos y trabajadores sociales. Una camioneta comenzó a vocear: "Psicólogos para dar consultas que sufren algún trastorno por causa del sismo, pasar en estos momentos en el corredor de la agencia municipal...".

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